miércoles, 29 de mayo de 2013

Juan Carlos Coronel "Una noche de verano"

     UNA NOCHE DE VERANO


    Sentados en el salón, tomábamos unos bocadillos, era pronto, habíamos quedado hora y media antes, del acontecimiento, los seis
nos lucíamos camisetas rojas, una bandera española, colgaba del balcón. La conversación, como no, giraba entorno al prtido
que íbamos a presenciar en pocos minutos.

   Sobre las ocho de la tarde, conectamos el televisor, presenciamos la salida de los dos equipos al estadio, el larguísimo protocolo, pre
taciones, el traslado de la copa hacia una de las bandas, la salida de los equipos, todo muy largo, estábamos
deseando, que aquello se iniciase de una vez, faltaban los himnos, abrazados los seis amigos, con la mirada fija en el techo, escuchamos la marcha real.

   Yo tenía la experiencia del 78, precisamente ante los Orange, fue algo único, un país paralizado, pendiente de los televisores, banderas celestes y blancas poblaban ventanas y balcones, aquello lo viví como lo que yo me sentía un argentino más, las atajadas del “Pato Fillol “ el buen hacer de Pasarella, la maravillosa batuta de Gallego, y como no, Kempes “el matador “. La historia había querido,
que años después sucediese lo mismo en mi tierra de origen.

Ana, sentada a mi derecha, sostenía entre sus manos una minúscula medallita, cada vez que los Holandeses, se acercaban a nuestro área, la besaba una y otra vez, pronto entendimos como iba a desarrollarse el encuentro, España se hizo dueña de la pelota, y Holanda agazapada, repartiendo a diestro y siniestro, esperando su oportunidad.

Cada falta holandesa, era recibida con una lluvia de insultos irreproducibles, yo por añadidura, los soltaba en castellano y argentino,e-
desesperante, el aluvión de patadas holandesas, uno tras otro, eran golpeados los nuestros, Iniesta Xavi,eran como piezas de caza, el colmo de aquel despropósito, fue una patada de De Jong a Xavi Alonso, saltamos al unísono,los seis,reclamando la expulsión de aquel bárbaro. Hasta la mesurada Conchi, salto de su silla recordándole aal holandés, que su madre ejerció el oficio más antiguo. Puta.


Quedaba poco tiempo, un fallo en un pase propició una veloz carrera de Roben, todos estábamos con el corazón encogido, pero el pie de San Iker nos salvo de la debacle. Parecía irremediable el llegar a los lanzamientos de penalti, podía ser de infarto, en el minuto 116
España arma una jugada al borde del área naranja, la pelota le llega al de Fuentealbilla, que dispara a portería

!GOOOOOOOOL GOOOOL! se escucho en todo el vecindario, la locura, las botellas de cava se abrían una tras otra, abrazos, besos, y más de una lagrima, le pusieron broche a aquella inovidablenoche de verano.


FIN
 

martes, 28 de mayo de 2013

María Dolores León "El renunciante"

                                               EL  RENUNCIANTE
                                             María D. de León
                                              
           La mano se dispara y rasca  con fruición entre la crespa cabellera:
 “!Como pican  hoy estos malditos!” De súbito se detiene  horrorizado:
“!Me estoy apegando al placer derascar! ¿Qué diría el maestro? Le pediré consejo.

            Con parsimonia retuerce un mechoncillo en tirabuzón. Piensa en sus técnicas para aquietar la mente: “Además del bucle,  la barba  resulta fuente de relajación  y paz. Me sosiega  palparla, sondearla y extraer   miguitas de pan,  granos de arroz, algún que otro fideo… Ciertos restos  me gusta conservarlos, enriquecen su textura, le dan cuerpo. En verano, las moscas que acuden golosas me ayudan a ejercitar la paciencia.”

            Oye la puerta abrirse. Entorna los ojos y finge meditar.  Alguien  se asoma.  Una voz distorsionada  por   un pañuelo inquiere: “Hijo ¿vas a comer? ¿Te  traigo algo?”
            “Desde hace tiempo   la familia  me evita, sobre todo en las  comidas. Les debe resultar penoso contrastar mi nivel de  desapego con su avidez terrena.  Fiel a mi determinación, quiero  ocupar  todo el  tiempo  en cultivar    mi espíritu. Ahora, libre de obligaciones, evolucionaré con mayor   celeridad.  El jefe del taller,  ajeno a toda sensibilidad, me ha despedido. Aduce   falta de rendimiento. Según él, debido a mi  habitual estado   ausente.  Por otra parte  alega las quejas de  mis compañeros: nadie  quiere  trabajar en mi proximidad. He tratado de explicarle las razones místicas de mi actitud. No me ha escuchado. Se ha limitado a añadir: El mono,  puedes quedártelo. De ninguna manera habría accedido a  desprenderme de  él. Llevamos casi siete  meses de  intimísimo contacto, piel contra tejido.   Me gusta  esta tonalidad entre azafrán y canela.  La pátina acumulada  simboliza mi perseverancia en el recto camino.
            Siento compasión por ellos: ningún colega accedió a estrecharme la mano. ¿Qué tienen mis manos?” Se las mira. Han adquirido un tono  de pan quemado; la  franja negra que  remata  las uñas estiliza  los   dedos. No aprecia nada  innoble en ellas.

            “Día  a día   evoluciono. Estoy humildemente  orgulloso.  Hasta he   dejado de pensar en Puri, la malvada que me ha   abandonado. Ella tampoco ha captado mi opción mística. De poco  le ha servido practicar yoga y leer el Bhagavad-Guita.  Ahora me alegro. Yo  reconozco y sé  protegerme de las tentaciones de la  sociedad materialista. Sin embargo, ella   ha  sucumbido:  “Quítate ese mono mugriento, apesta:  báñate; aféitate; córtate el pelo y   las uñas; ponte ropa limpia…” Me rompía la armonía interior. No estoy dispuesto  a   renunciar a mi renuncia., Sigo los pasos de Buda. Pese a quien pese soy un  renunciante, un  Shadu  vallecano.”







sábado, 25 de mayo de 2013

Maricarmen Colodrero "Reiserción"

Reinserción

24 mayo 2013.
A su espalda quedaba ahora la verja con sus vigilantes y, más al fondo, el gris edificio de cemento donde había pasado los últimos cinco años.
Sentía como cada paso que daba sobre aquella triste carretera, le acercaba un poco más a la verdadera libertad.çççsabía lo que era estar hundido en la irresponsabilidad, sabía lo que era luchar día a día por rescatarse del vicio de la cocaína. Sabía lo que significaba estar sólo y añorar el amor de su mujer y sus dos hijos.

En su mente se entremezclaban escenas de su vida anterior con lo que ahora era la urgencia de vivir y adaptarse.
Podía distinguir con nitidez las caras de sus antígüos compañeros, cuando la vida se le ofrecía sin que supiese valorarla. Cuando el dinero se le venía a las manos, casi sin esfuerzo. Cuando su objetivo prioritario era el placer, la insana necesidad de experimentar sensaciones nuevas.

Ahora llevaba ciento cincuenta euros en el bolsillo y en su corazón la esperanza de que le aceptarían en su nuevo trabajo,  el deseo de portarse bien y no recaer.
Porque ese dinero lo había ganado trabajando en el penal y había dedicado mucho tiempo a formarse como fontanero. ¡Él, que había sido uno de los analistas informáticos de más éxito!.

Su arrepentimiento era total, pero, aún sentía un escalofrío repasando sus delitos para procurarse la droga. Porque cuando vació la cuenta bancaria familiar, empezó a hacer maravillas con los códigos de acceso y a trasvasar euros a su cuenta especial.

Casi se le había olvidado cómo era eso de coger un autobús, llevaba dinero suelto, pero tendría que comprarse un metrobús para que no le saliera tan caro el transporte.
Y debería comer algo a media mañana, ya que el repugnante café con leche de la cárcel, unido al nerviosismo del momento, le habían dejado sensación de vacío en el estómago.

Entró al establecimiento en cuyo frente se leía: Saneamientos Ruiz.
Detrás del mostrador un hombre calvo y lleno de arrugas le ratificó que era con quien tenía que entrevistarse.
-Llegas en el momento oportuno. Acaba de llamar una señora que tiene atrancado el desagüe de la cocina.

-No tengo instrumentos de trabajo.

-Con eso ya contaba. Ven conmigo.

Aquel hombre, que sería su jefe, parecía buena persona.

-¿Tienes alojamiento para pasar la noche?

-Estoy en libertad condicional. Tengo que volver a dormir a la cárcel.

Fue un trabajo sencillo y rápido, tuvo cuidado de dejarlo todo recogido y limpio.
No era gran cosa pero se sintió reconfortado, con un optimismo que era como un milagro.
Mientras recogía y la señora le pagaba notó que la cocina despedía calor y, lo que vino luego le hizo creer que era un hombre nuevo.


El olor del pan recién horneado le trajo el recuerdo de su niñez.

martes, 21 de mayo de 2013

Paquita Gallego "Recuerdos de juventud"


Recuerdos de juventud
Mis amigos me presentaron a Mari Carmen y David. Nos fuimos todos juntos a dar una vuelta. Según como íbamos caminado íbamos conversando, y me dijeron que se iban a casar el día 5 de Julio.
David me decía que faltaba poco y tenía mucho que hacer y Mari Carmen dice que no se preocupe que todo se hará.
Llegó el día de la boda. Estábamos todos en la iglesia, los novios, invitados, amigos y el padre de David. Empezó la ceremonia y dijo el cura que si por alguna causa no se podría celebrar este enlace. De pronto se abre la puerta y la madre de la novia entro estrepitosamente diciendo: “¡No os podéis casar, porque sois hermanos!”
Después de este anuncio todo el mundo se quedó asombrado. La madre explicó que en el viaje hasta Madrid estuvo mirando y reflexionando la foto que su hija le envió de la familia de David y reconoció al padre. Como el tren se retrasó, no pudo llegar a casa y explicarle a su hija la teoría que tenía de su futuro suegro, por eso tuvo que entrar de esa manera.
El cura les dijo que pasaran a la sacristía para que la madre de Mari Carmen se pudiera explicar. Allí ella contó que en su pueblo hicieron un pantano, y para construirlo fueron personal desde Madrid y ella mantuvo una relación con el capataz de la obra. Cuando el pantano estuvo terminado todos los obreros y demás personal se fueron a sus respectivas casas, y fue cuando ella se dio cuenta que estaba embarazada, pero ya no podía decírselo a él. Y al ver la foto sus recuerdos de juventud le vinieron a la cabeza. 

lunes, 20 de mayo de 2013

Maricarmen Colodrero "Escándalo"



Escándalo
16 mayo 2013.

Si, en efecto comenzó siendo una boda poco habitual. Ello se debía a varias circunstancias: Los padres de los novios aún no se conocían, sólo habían hablado por teléfono.
Esperanza y Pablo, padres de la novia, Ana,  vivían en otra población muy alejada y llevaban varios meses inmersos en una desgracia familiar consistente en la hospitalización prolongada de sus respectivos madre y padre. O sea , la madre de Esperanza y el padre de Pablo . O lo que es lo mismo: la abuela materna y el abuelo paterno de Ana.
Por eso ante la puerta de la parroquia estábamos todos expectantes, aguardando el momento en que Esperanza y Pablo aparecieran.
El que estaba más nervioso era el señor cura porque se le iba a juntar esta boda con la siguiente.
Pero por fin llegaron a tiempo.
Yo, como amigo íntimo de la familia de el novio, Pedro, me encontré en medio del barullo murmulleante de presentaciones y justificaciones del retraso.
Por eso pude ver con detalle las reacciones de unos y otros: Ramón, padre de Pedro, tenía mala cara y a duras penas mantenía el protocolo.
Esperanza y él se habían mirado de una manera... que a mis ojos fue rara. Como si no supieran cómo reaccionar. Cuando por fin se dieron la mano, las tuvieron unidas demasiado tiempo, tanto es así, que las miradas de los de alrededor preguntaban sin palabras : ¿Qué está pasando?.
Gracias a Dios los asistentes no eran muchos. Los familiares de segundo grado y los amigos se mantenían en el círculo exterior, con escasas incursiones en el núcleo de la efeméride.
-Papá, estás rojo, como si tuvieras un sofocón. Peor hubiese sido si se te casara una hija – le decía Pedro a ramón.
Entonces vimos cómo mi amigo palidecía de súbito.
-Estás necesitando un poco de mi reconstituyente. Anda dale un chupito a la petaca de brandi – le dije sac´ándola del profundo bolsillo del pantalón.
La verdad es que yo estaba preocupado, las personas principales del evento se comportaban ignorantes de las normas mínimas en estos casos.
Esperanza y Pablo estaban en un têt a têt inoportuno: ella estaba todavía más pálida que su consuegro y su esposo la miraba casi boquiabierto.
Las únicas que mantenían una actitufd conveniente, aunque no usual, eran Maite, la madre del novio con su futura nuera. Ellas por lo menos sonreían y tenían la tez algo arrebolada por las emociones.
En esto, salió el coadjutor.
-El señor párroco está esperándoles en el altar. Si son tan amables de pasar al templo………A todos se nos puso cara de niños cojidos en falta, pero con cierta torpeza y poca velocidad se formó la comitiva nupcial y sonó la música de un armonio con ritmo vivaz.
Como es costumbre iniciaron la marcha Ana enlazada a Pablo, a continuación Maite con su hijo Pedro, hacia quien volvía con regularidad un rostro alegre
Esperanza y Ramón les seguían sin agarrarse del brazo y no dejaron de hablar durante el trayecto hasta el pie del altar.
Como yo iba detrás de ellos, encabezando el grupo de los asistentes, pude ver sus perfiles desencajados que se volvían con frecuencia al otro.
Tan sólo me llegaron fragmentos de lo que decían, fragmentos que mas adelante me completaría mi amigo.
“Es mi única hija”.
“Hay que pararlo”.
En el primer banco de la derecha, delante de mi, estaban Maite yRamón. La inquietud hacía estragos en el cuerpo de él que a menudo se pasaba las manos por la cara y la cabeza.
Maite le recriminó : “¡Por Dios! ¿Quieres estarte quieto?”.
En el reclinatorio al otro lado del pasillo Esperanza y Pablo se hallaban inmersos en un conciliábulo del que no se entendía nada pero que producía un zumbido molesto  y más intenso que el suave siseo del resto de los concurrentes.
-Hermanos en Cristo, os ruego guardeis el debido respeto para que podamos celebrar el sagrado sacramento del Matrimónio.
Se hizo un silencio absoluto.  El tiempo se detuvo.
Las palabras del sacerdote sonaron, de pronto, solemnes y amenazadoras:
“Si entre los presentes hubiese alguien conocedor de algún impedimento para llevar a cabo esta unión, yo le conmino a que hable ahora o calle para siempre”.
La voz desfigurada de Ramón se repartió reverberante por la iglesia:
“Yo soy el padre de la novia”.
La respuesta nerviosa y aguda de Maite fue inmediata:
“Estás loco”.
De los bancos  surgieron exclamaciones, las maderas crujían . Las manos tapaban las bocas para ahogar la desagradable sorpresa.Muchos se tapaban el rostro para no ver, y, en todos los ojos  destellaba un sentimiento de reprobación.
Los novios se habían vuelto hacia los asistentes.
-A tu padre se le ha ido la olla- dijo Ana.
Esperanza y Pablo salieron de su banco y en ese momento Ramón se desplomó, con las piernas dentro del reclinatorio y el torso en el pasillo.
-¡Un médico! –gritó Maite- ¡Señor qué desgracia!
Las dos mujeres y Pablo se precipitaron sobre el cuerpo desmadejado.
Varios hombres tendieron al desmayado sobre la dura madera. Apareció un médico pero sin útiles de su oficio. practicó los auxilios más elementales. Tenía pulxo. Se recuperaría.
Yo volví a sacar la petaca de brandi.
Los padres de la novia se dirigieron hacia ella y en pocos momentos los cuatro estaban llorando.
El sacerdote petrificado, tardó en reaccionar y , cuando lo hizo,  dijo:
“Esperemos a que vuelva en si y se explique”.
 Entonces respondió Esperanza:
“Ha dicho la verdad. Mi familia no consintió en que nos casáramos. Le echaron del pueblo. Él no tuvo culpa de nada”.
Pablo abrazaba alternativamente a su mujer y a su hija.
Pedro se había quedado mudo y no podía dar un paso.
Ana se volvió a Pedro, los dos se miraron desconcertados y tristes.  Con las mejillas mojadas se tomaron por última vez de las manos.
- Ahora, ¿Qué voy a hacer sin ti?.
-Y, ¿Qué será de mi vida sin ti, pero con tu recuerdo?.
Los dos se abrazaron gimiendo su dolor.
El sacerdote llegó a toda prisa para separarlos.
-Lo principal es que se ha evitado que , sin saberlo, cometiéseis un pecado abominable . La misericordia del Señor permitirá que rehagais vuestras vidas.
-Vamos a ver si Ramón se encuentra mejor –dijo Esperanza, mientras desacía el abrazo de los dos jóvenes.
Entre exclamaciones de ¡Dios mío!, ¡Mamá!, e ¡Hijo mío!, Maite y Pedro lloraban abrazados.
Ana reposaba su cabeza sobre el pecho de su padre mientras Esperanza le acariciaba la cabeza susurrándole palabras de cariño y consuelo.
Ramón comenzó a despertar. Entre varios le sentamos con las piernas hacia el pasillo.
Tras un momento de inmovilidad y desconcierto comenzó a verter un torrente de lágrimas mientras decía con voz entrecortada:
-Perdón, perdón a todos, en especial a ti , hijo mío, y a ti , Maite,no creo que podais perdonarme.
Se llevó las manos al rostro para llorar en abundancia.
Los pañuelos de los hombres de alrededor se le ofrecían para enjugar su pena.
Maite fue la primera en darse cuenta de que la mitad de los congregados habían desaparecido.
-¡Qué vergüenza…. Qué vergüenza!
Esperanza se acercó a ella:
-Tu marido sólo te ama a ti. Lo nuestro sucedió hace ya mucho tiempo. Olvida y perdona.
-No creo que pueda…¿Cómo ha podido ocultarme algo así durante tantos años?.
-Para no perderte. Mi padre y mi madre se portaron con él de modo muy injusto. Ramón es un hombre bueno que te quiere.
Padre e hijo derramaban sus lágrimas al unísono.
-Perdón,hijo mío, perdón.
Pedro no respondía , sólo gemía.
-disculpen –intervino el señor cura-, lo siento, pero deben abandonar el templo, los de la boda siguiente llevan esperando cinco minutos y este no es lugar apropiado para sus expresiones de congoja y lamentos. El Señor les acompañe.
Lo más rápido que pudimos salimos de la iglesia.
Fuera del edificio los seis hubieron de soportar el murmullo de las conjeturas de desconocidos, ya que no salía una nueva pareja feliz, sino dos tríos de ojos enrojecidos.



domingo, 19 de mayo de 2013

Juan Carlos Coronel "La boda quebrada"


LA BODA QUEBRADA

   En las afueras de la ermita,los invitados, aguardaban la llegada de la novia, como es preceptivo, se hacía de rogar, el novio, en com-
pañia de unos amigos esperaba a la entrada del templo. Lo mejor de la sociedad madrileña, había sido invitada a tan magno aconteci-
miento.

   Con diez minutos de retraso, apareció un el auto que conducía a Ana hacia el altar, las señoras, se agolparon alrededor, para poder contemplar más de cerca el vestido de la muchacha, diseñado por uno de los mejores modistos de la capital. Del brazo de su tío, reco-
riola alfombra roja que la dejaría junto al altar.

   Iniciada la ceremonia, un hombre alto, robusto, abrió con cuidado la puerta de acceso al recinto sagrado, colocándose en el último
banco, procurando no llamar en exceso la atención. El sacerdote, inició una corta homilía, en la que hizo mención a las virtudes cristianas de los contrayentes,deteniéndose especialmente, en la muchacha, que había perdido a la temprana edad de cinco años,a
sus progenitores, en un desgraciado accidente de avión. Las damas que ignoraban el suceso bisbiseaban entre ellas, las que conocían ,o tal vez intuían la verdad, sonreían de modo sarcástico. Llegado el momento, el novio, extrajo un folio del interior de su
chaqueta, había escrito, unas breves palabras a su novia: “ Ana, en el día de hoy, te tomo como esposa, y prometo serte fiel, y hacerte
feliz, todos los días de ni vida, Ana, con un arrebol, en sus mejillas, y una lagrima pendiendo de sus ojos, miro a su chico, con una espre-
sión de inmensa ternura. El celebrante, inicio el rito para dar él definitivo “ si quiero “. En el preciso instante, en el cual la chica era interpelada, el hombre sentado en el último banco, avanzo hasta el altar.
- Este matrimonio no es valido,
- ¿ Como dice buen hombre ? Inquirió el sacerdote.
- Los novios son hermanos de madre, yo soy el padre de Ana, el bulo del accidente, se fraguo para mantener la buena reputación de la
señora de Arauz.
   Los murmullos, voces alteradas, y algunas palabras de grueso calibre, inundaron la ermita, Fancisco Arauz – padre del novio-se fue derecho hacia el hombre que tales palabras había pronunciado.
- ! repítelo canalla ! ¿ que clase de impostor eres ?
El hombre que había cuestionado la validez del enlace, se desasió tranquilamente de las manos de Francisco.
-Cálmate Paco, me llamo Rafael Somoza, amante de tu mujer desde hace veinticuatro años
-! Mientes! demuéstralo, o yo mismo hare que pases el resto de tu vida en la cárcel ! vamos demuestra lo que afirmas, hijo de puta !
Con parsimonia Rafael Somoza, entrego las pruebas de ADN que se habían practicado tres meses antes
- Son irrefutables Paco, Ana es mi hija

El señor Arauz, salió de la ermita, tomo su potente Mercedes, y diez kilómetros más adelante se despeño por un barranco, el novio
emigró a Inglaterra, la señora de Arauz pasa sus últimos días, en un centro psiquiátrico
Ana, que tomo el apellido de su verdadero padre, imparte clases de español en una escuela de Chicago, una tarde, en que la nieve caía, tomo un libro de poemas de García Lorca, lo abrió, y una seca flor de azahar cayo al suelo, estaba colocada en el poema  “la
casada infiel”.


FIN.

sábado, 18 de mayo de 2013

Vicente Ibáñez "Boda con sorpresa"

BODA CON SORPRESA
Iglesia barroca, bajo la advocación de un determinado santo. Se está celebrando la boda de la escultural caribeña señorita Rosa-Luisa con el señor D. Jorge-Javier de los Altos Vuelos.
El órgano va desgranando las consabidas notas de Mendelson.
Los asistentes a la ceremonia  lucen sus mejores galas.
En el momento en que el sacerdote pronuncia la peliculera pregunta “¿si alguien tiene algo que objetar etc etc..?” se abre la puerta de la iglesia e irrumpe una dama , que al grito de “¡¡NO, PAREN, PAREN ESTA COMEDIA!! Rosa-Luisa es mi hijo Manolo, que se nos vino a Europa a estudiar y se nos cambió de sexo, pero aún no ha terminado el proceso por falta de plata”
El final que todos se prometían tan feliz, acabó en el tanatorio. El padre de Jorge-Javier fue víctima de un infarto causado por la impresión.
FIN
BODA CON SORPRESA
Iglesia barroca, bajo la advocación de un determinado santo. Se está celebrando la boda de la escultural caribeña señorita Rosa-Luisa con el señor D. Jorge-Javier de los Altos Vuelos.
El órgano va desgranando las consabidas notas de Mendelson.
Los asistentes a la ceremonia  lucen sus mejores galas.
En el momento en que el sacerdote pronuncia la peliculera pregunta “¿si alguien tiene algo que objetar etc etc..?” se abre la puerta de la iglesia e irrumpe una dama , que al grito de “¡¡NO, PAREN, PAREN ESTA COMEDIA!! Rosa-Luisa es mi hijo Manolo, que se nos vino a Europa a estudiar y se nos cambió de sexo, pero aún no ha terminado el proceso por falta de plata”
El final que todos se prometían tan feliz, acabó en el tanatorio. El padre de Jorge-Javier fue víctima de un infarto causado por la impresión.
FIN

martes, 14 de mayo de 2013

María Dolores León "Libros"

 
     LIBROS
       María D. de León
      Madrid, 16.05.13
 La joven toma de la librería  de su padre un libro de lomo negro: “Muerte en Navidadl” de John Charles Parrish.  Ojea el ejemplar: “¿Se tratará de una no vela policiaca?.  Lee la sinopsis: “La víspera de Navidad, Jonathan Smith, parado de larga duración se dirige  a su casa feliz por haber conseguido el contrato de sus sueños. Su mujer enferma de cáncer y sus cuatro hijitos aquejados de tuberculosis esperan en casa, con ansiedad, los resultados de la entrevista de trabajo.  Deseando llevarles, por fin, una buena noticia cruza la calle corriendo. Un coche le atropella y muere en el acto…”
 Mary no se siente capaz de continuar. Bastantes dramas cuenta  la familia. Al padre le recortan el salario, a la madre le suben la vida cada día, al abuelo se la tiene jurada la Seguridad Social 
  Busca otro mas apetecible. Va leyendo: “Confesiones de un asesino”, “La cuerda del  verdugo”, “Última noche en el corredor de la muerte”…  Todos del tal Parrish,  Sigue buscando: “Relatos cortísimos”. , Será difícil en este  no encontrar algún  cuentito de su agrado. Piensa que si le aburre uno, puede intentarlo con otro.
 El primer relato se titula “¿Recuerdas…?”  de Leonuska Davidova..

 “Quiero volver a aquella playa. ¿Recuerdas? Como palaciegos  de antaño seguíamos el protocolo de la corte  del rey Sol. Le atendíamos cuando anochecido anunciaba su retirada.   En los amaneceres todo resultaba más relajado. Sólo acudíamos los incondicionales. Imitando a los franceses, llamábamos  a estas ceremonias palaciegas “le coucher” y “le lever” del rey solar. Nos reíamos.
 Por la mañana, el soberano vestía  tonos claros, pastel, sin estridencias.  Amanecía  con  un no sé qué de inocencia  juvenil. Pronto las  muestras de suficiencia, henchidas de calor, nos invitaban a retirarnos.
 ¡Qué distinto se mostraba al final de la jornada!  Usaba mil artificios para retener nuestra atención. Con  el transcurso de  las horas  recobraba el poder de seducción que  venía  ejerciendo desde el principio de los tiempos. Tandas de adoradores con el  óbolo  de su piel virgen se sucedían, ajenos al sufrimiento.
  A veces la chaqueta en rojo de sanguina, le daba un aire de galán maduro. ¡No te burles¡
 ¿Recuerdas? Te pedía que me sujetaras fuerte... Temía no resistir a la fuerza hipnótica que ejercía sobre mi.  Gritaba: “¡Mírame, admira mi poder. Ven!”.  Un  pasillo alfombrado de limones y naranjas alcanzaba la orilla, a nuestros pies.
 Poco a poco aflojaba la tensión, vencido por el  cansancio.
 ¿Le  amenazaría la soledad de la noche? ¿Qué haría si el fin del mundo le encontrara solo?  El peso de la melancolía apagaba  los rayos postreros.
 Entonces entrábamos en acción.  Tu extendías el dosel de horizonte a horizonte. Si, el que tanto me gustaba,  el de fuego, violetas e índigos. Te insistía: “¡Ténsalo bien, cuidado con las  arrugas…!” Le  había bordado en realce nubecillas rosadas, estrellas  de plata y pájaros del ocaso.
 El último rayo, el que aseguran  verde, lo lanzaban tus ojos fijos en los míos. 
 Veladuras de terciopelo protegían  las rocas del relente marino. La playa  se complacía  del añil de su traje de fiesta. Para San Juan se engalanaba. Le gustaba hacer notar el collar de gruesas piedras, regalo del mar. Gemas  de fuego le encendían   el escote.
  De jazmines se perfumaban los anochecidos. Un calosfrío de brisa de las salinas nos llevaba a los abrazos. Yo te decía: “Envuélvete el cuello en estas madreselvas, la voz se te puede dañar.  A estas horas somos más vulnerables”. Aceptabas el juego riendo.
 Susúrrame de nuevo, quedito, los secretos que te contó la caracola indiscreta.
 En aquella  playa, en el cuenco de tus manos, quiero volver a anidar y engendrar nuevos  recuerdos.”
 A pesar de entender a medias,  le resulta poético, amable.  A ver el siguiente: “Ligue en carnaval”, este promete, piensa, y se enfrasca en la lectura.



  

lunes, 13 de mayo de 2013

Juan Carlos Coronel "Las buenas compañías"


LAS BUENAS COMPAÑÍAS
   Cayetano Azcona, revisa la que había sido su mesa de trabajo durante los últimos veinte años, en una bolsa de deporte, va introduciendo sus enseres, carretes, el bolígrafo Parker, algunas fotografías inéditas, y la joya de la corona, su Verlysa Starr, y el zoom, que tantos eventos habían compartido en todos aquellos años. Miró a su alrededor y con un resto de amargura se despidió de la que había sido su
casa durante tanto tiempo.
   Se había iniciado en el mundo de la fotografía deportiva, por la gran afición que sentía por ambas cosas, Santiago Benítez, lo tomó como ayudante, le enseñó los trucos del oficio, y cuando consideró que el joven Azcona estaba lo suficientemente preparado, se lo presentó al director del diario.
   -Mira Eugenio, te presento a tu nuevo fotógrafo, confía en él te lo he preparado a conciencia.
   -¿que edad tienes chaval?
   -veintitrés años.
   Poco a poco Cayetano se fue ganando la confianza de sus superiores, sus fotos eran originales, tenían un toque especial, sabía captar el momento idóneo, eran inconfundibles.
   En 1970 es enviado para cubrir el mundial de Méjico, allí conoció a un fotógrafo argentino llamado Lautaro Acosta, entre ambos se fraguó una gran amistad.
   Todos los grandes eventos deportivos eran inmortalizados por la cámara de Azcona, presenció las batallas libradas por Ángel Nieto,
las gestas de Luis Ocaña, la formidable paliza que Carlos Monzón dióa a “mantequilla Nápoles “en definitiva los mejores eventos deportivos eran captados por su cámara.
   Todos estos recuerdos le acompañaban en su paseo por Recoletos, a la puerta del Prado, una larga fila de turistas, aguardaba su turno
para visitar la pinacoteca. Un hombre de pelo cano llamó su atención, se acercó, tocó uno de sus hombros y el hombre se volvió.
  -¡Cayetano!, ¿cómo andas?
   - Bien Lautaro, y tú, ¿qué haces en Madrid?
   -Sabes que el calor de Buenos Aires no lo soporto, mira llámame esta tarde, estoy alojado en el hotel Tryp Menfis.
   En el hall del hotel, volvieron a abrazarse los dos amigos, pasearon durante un buen rato por Gran Vía, contándose sus recuerdos y decidieron llegar hasta el Gijón.
   -Bueno contame, cómo anda la cosa por acá
   -Mal Lautaro, mal, esta misma mañana me despidieron del periódico
   -¿Cómo que te despidieron, te mandaste alguna macana?
   -No, para nada, solo que quieren gente joven la nueva ola
   -Pero qué nueva ola ni que carajo, vos tenes talento, sos un gran fotógrafo
   -Pues, ya ves, con 43 años estoy en la puta calle.
   -Te quedó algo, una paga
   -La indemnización por despido y dos años de paro
   -Anota mi número de Buenos Aires, yo vuelo el veinte por la noche, cuando pase todo este quilombo de fiestas, llámame, ¿listo?
   Ambos hombres se despidieron, el ocho de Enero, sonó él teléfono de Lautaro, en su casa de viamonte.
   -¿Hola?
   -Soy Cayetano
   -¿Tenés pasaporte en regla?
   -Sí.
   -Toma un vuelo para acá, te tengo un puesto en Ole
   -¿Seguro?
    -Dale, gallego, no te demores
    Dos días más tarde Cayetano Azcona salía de Barajas, la buena amistad con un colega de profesión había salvado su futuro.
    Cuando las ruedas del aparato dejaron de rodar por la pista, nuestro hombre no miró atrás, sólo al frente… Iba para volver a estar a pie de césped…


 FIN

miércoles, 8 de mayo de 2013

María Dolores León "Muerto en acto de servicio"

    MUERTO EN ACTO DE SERVICIO
            María D. de León
                    Madrid, 09.05.13
Nombre: Pedro González Perales
DNI. 34.322.114S
Fecha de nacimiento: 25 de mayo de 1962
Lugar de nacimiento:  Villarrobledo (Albacete)
Domicilio: Calle Matilla 17, 1º izq.
Profesión: Funcionario del Ayuntamiento de Madrid.
Motivo de la denuncia: Falta de su casa  desde  la noche del  2 del mes en curso. Tampoco acudió al trabajo al día siguiente….
 La denuncia, fijo,  la ha puesto Tere, mi mujer.   Ha omitido, como si     la hiciera de menosn que presto mis servicios  en el área de “Limpieza urbana y recogida de residuos”. Desde el ascenso  a  inspector del distrito de Arganzuela,  lo  lleva mejor. Pero exceptuando este detalle, el resto  se ajusta  a la realidad.
 Entiendo su preocupación.  En tanto  no aparezca yo en persona o en su defecto mi cuerpo,  ella  no va a percibir ni un euro. Sin  mi paga, ni pensión, ni seguro de vida,  lo tiene  chungo,  la pobre.
 La cabeza se me parte del dolor. ¿Qué me habrá pasado?.  No reconozco este lugar tan sucio, cubierto de excrementos de rata y olor a meados de gato.  ¡Qué asco! Aparto de un puntapié los cartones que me cubren.  Con esfuerzo llego hasta una puerta herrumbrosa que conduce a la calle.  Controlo con dificultad  el estado de ingravidez en que me desplazo. ¿Cuánto tiempo llevaré  perdido? Estoy delgadísimo, translúcido diría Tere. 

 El aire, limpio de olores animales , invita a pasear. A ver si me ubico… Un barrendero llama mi atención. Muestra escasa pericia en el manejo de las herramientas pertinentes, con el agravante de llevar el escobón manchado de rojo oscuro,  motivo de penalización. Las cacas,  como si no existieran, pasa de ellas. ¡Cuánto señorito frustrado hay por el mundo!
  Le vigilaré mientras   hago tiempo para recordar los hechos.  Este profesional, aunque incompetente, pero todo el dia en la calle me
podría aportar información.

 Se deja colillas...  Y esos papeles… ¿Pero no ve la bolsa de basura en el alcorque del pruno…?  Con discreción le piso la sombra para detenerle,  indicándole  los restos olvidados. ¡Ni caso…! De perseverar en esta actitud, le tendré que amonestar.  Con desgana empuja  los cubos hasta la esquina  aparcándolos frente al bar Los Gavilanes. Entra.
 --  ¿Una cañita como siempre, Ángel…?
 El aludido asiente dirigiéndose a la máquina tragaperras.  Inicia una partida, sigue otra, y otra,  y otra… Se trasiega tantas   cervezas como partidas. Finalizados la bebida y el juego, por cierto sin fortuna ( castigo de Dios), sale a la puerta, enciende un pitillo que  apura hasta el filtro… ¡Ha tirado al suelo la colilla…! La sangre de inspector de Limpieza urbana y retirada de residuos,  me bulle en las venas.
 Le piso de nuevo la sombra, esta vez con más éxito: le inmovilizo. Pillado por sorpresa, el frenazo brusco desequilibra el cepillo  que cae al suelo, justo donde yo quería, sobre las cacas. Un asomo de recuerdo centellea en el cerebro.
 El camarero le ha llamado ¿Ángel,,,? Ángel… Ángel … Ruiz. Eso es, Ángel Ruiz,  un impresentable  con quien  tuve varios altercados debidos  al  cumplimiento deficiente de su cometido laboral. ¡Cepillo… cepillo…! ¿Por qué me amenaza esta palabra…? Barrer… limpiar…  amenazar…golpear… Todo se me aclara.  Le  amenacé con la suspensión de empleo y sueldo…   Es más llegó mi crueldad a decirle que ni siquiera sabía manejar la herramienta fundamental del cuerpo de Limpiezas urbanas. Perdió el control cuando le exigí la entrega del escobón, equivalente a la degradación de un policía al que se le retira el arma reglamentaria.  Él, con la mirada cargada de odio, blandiéndolo  fuera de sí  empezó a golpearme. Me asusté de veras  quedándome bloqueado. El perseveró en los golpes hasta abatirme  sin sentido.
 Pero ¿donde coño escondió  mi cuerpo? Ya no me cabe la menor duda: he muerto asesinado.  El porvenir económico de  la pobre Tere me obsesiona… Es muy fantasiosa, igual  me imagina  con  un sobre millonario largándome  con la viuda del  1º C que esta´ de chupa
 y moja y me hace ojitos. ¡Huy, perdón, perdón, me arrepiento…! Un difunto no debe tener pensamientos obscenos.
 Volviendo a lo importante, ¿cómo hacerle cantar a este? Otro fogonazo  me  trae la imagen  de la fábrica abandonada de la calle del Plomo. Allí amanecí hoy, en un rincón,  bajo cartones.
 Se te va a caer el pelo, so asesino… Y sin pensarlo más, tomo impulso y me lanzo contra el carrito de la basura. He conseguido alcanzar la cuesta abajo y ahora vuelo.  La gente divertida  grita: “¡Eh, basurero, tu vehículo se ha dado a la fuga…!” El interpelado corre en pos mía con la lengua fuera.  Soy inalcanzable: la misión que tengo entre manos me da alas.  Espero no encontrarme a nadie de frente, podría haber un percance serio. Ya veo el edificio donde estoy seguro que ocurrió el hecho luctuoso. El acceso está despejado, cubro los últimos metros y ¡dentro…!  El grito unánime de los  perseguidores me da la razón:  “¡Que horror, un  muerto...¡”
 Los municipales  se personan, requiriendo  a su vez  la asistencia de la  policía científica. El hecho de escribir el nombre de mi asesino antes de morir,  ayuda mucho. Leo el nombre trazado con el dedo mojado en mi sangre: ANGEL  R… No me dio tiempo  a más, pero para un moribundo no estaba nada mal.  Esposan al barrendero que desaparece en el coche de la Benemérita. El cuepo del delito, o sea el cepillo, demasiado grande para una bolsa de pruebas al uso,  lo guardan en una funda gris  semejante a la utilizada para retirar mis restos
 En la inspección ocular de mi persona,, en la herida mortal infligida,  encuentran  cerdas del escobón manchado de rojo sangre.

 Tere, muy estirada, de negro, luciendo una lágrima que no acaba de rodar recibe la medalla del ayuntamiento que me han concedido por los meritos a lo largo de mi vida laboral,  arrebatada en el cumplimiento de mi deber.
 Gratamente sorprendido, tras mi mujer, veo a la vecina del 1ºC.  Las necesidades económicas de Tere a cubierto, ahora podré dedicarle mi tiempo a la viuda maciza.





viernes, 3 de mayo de 2013

Maricarmen Colodrero "Testigo de un suceso"


Testigo de un suceso

3 mayo 2013.
Ante el edificio de mi dentista compruebo la hora.
¿Cómo ha podido pasarme esto?. Llego con una hora de antelación.
Recuerdo que un poco más adelante en esa misma calle hay unb bar-cafetería muy límpio y agradable.
Por las amplias ventanas de cristales ambarinos la luz primaveral refuerza los tonos dorados de la barra y las mesas y sillas de madera de pino. El gran espejo al fondo de la barra también está contaminado de ese agradable fulgor.
Según se entra a la derecha, delante de una de las ventanas, cuatro hombres de avanzada edad juegan al dominó.
En el lado contrario, ante otra de las ventanas, cuatro señoras hablan animadamente.
En la barra , de pie, dos hombres de mediana edad se están mirando, en este momento , con fijeza. Aún no les han servido.
Elijo para sentarme una banqueta situada al lado de la caja.La cajera , rubia de frasco y de moreno artificial, me da las buenas tardes sonriendo.
El camarero pone sobre la barra, ante los dos clientes, que siguen callados, dos copas de sol y sombra y un par de sobres de cerillas propaganda de la casa.
Yo , cuando se acerca le pido una Coca-Cola Ligh, y me guardo el sobrecito de las cerillas.
Como no tengo nada que hacer, porque el libro que estoy leyendo se me ha olvidado en casa, empiezo a observar discretamente lo que pasa a mi alrededor.
A dos metros a mi izquierda está la espalda de uno de los hombres y cuando toma la copa para beber, veo su perfil enérgico de mejillas lampiñas pero azuladas por la intensidad de su barba. Tiene una nariz de boxeador, chafada y algo arremangada. El pelo, abundante y demasiado negro, está peinado hacia atrás y es bastante largo en la nuca.
Lleva un pantalón negro y una cazadora beig .
Como si hubiese notado mi mirada tras él, se vuelve de manera súbita y clava en mi sus ojos negros con una expresión que soy incapaz de interpretar.¿Inquietante?. ¿Le molesta mi presencia?.
Me he vuelto completamente hacia la puerta, como si me pudiese interesar quien entra.
A mi espalda escucho la conversación en voz muy baja, pero clara, entre el barman y la cajera:
-¿Te acuerdas de esos dos?.
-Si –responde ella-  y también me acuerdo de la mujer…Me parece que el marido es el de la nariz ancha.
-¿Y el otro? –pregunta el camarero- Por lo cariñosa que estaba la otra tarde con el canoso son, algo más que conocidos.
Uno de los señores que juegan a las cartas, levanta los dedos en forma de v hacia la mesa de las señoras.
Una de ellas le hace un gesto con la mano dándose por enterada. Otra a sacado una labor de punto, sobre la que se producen comentarios mientras se la pasan de unas a otras.
El hombre moreno se ha apoyado de costado en la barra y puedo ver el aspecto de su acompañante:
Va muy atildado con un pantalón marrón y una americana verde oscuro, debajo de la que se ve una camisa de cuadro pequeño en verde.El pelo entrecano muy límpio. Rostro alargado sin nada que destacar más que ojos muy tristes y barba corta tan cuidada como el pelo.
El que me da la espalda dice de pronto:
- Así que ahora te has vuelto desconfiado. Sabes que ese dinero te lo devolveré en cuanto pueda.
-No es que desconfíe, es que ahora lo necesito –responde el de la chaqueta verde.
Se produce un silencio incómodo, y yo me giro en la banqueta hacia la caja para que no parezca que les oigo.
Se oye una risita desagradable.
El de aspecto de boxeador continúa :
-Ella y tu si que sois tontos. Llebo unos meses encontrando sobre mi mesilla de noche las cerillas de este bar. Y no soy yo quién las deja allí.
Eres muy descuidado.
El otro palidece de súbito. Va a contestar alguna cosa.
Entonces veo el rápido movimiento de la mano derecha hacia el bolsillo de la cazadora.
Un clic. Una exclamación ahogada del de la barba.
El movimiento brusco de la espalda y el hombro al atacar.
La víctima se ha doblado, echa la cabeza hacia delante y su agresor saca la navaja del vientre para sujetar con ella la garganta del herido.
A la vez que un chorro rojo mancha el cuidadoso aspecto del hombre de las canas, el de la nariz chafada da un salto atrás y hacia su izquierda,alejándose de la barra, pero, ahora más cerca de mi
Luego todo sucede a la vez: Arrastrar brusco de sillas. Gritos histéricos de las seññoras. El camarero llamando a la policía. La cajera que sale con rapidez de detrás de la barra y me arrastra para que me siente en la banqueta que ocupaba ella.
El asesino mira con una media sonrisa al cadáver desmadejado entre un charco de sangre.
-Te está bien empleado, hijoputa.
Sin echar ni una mirada a su alrededor y empuñando la navaja, pero milagrosamente sin una mancha, el criminal huye a toda velocidad , con tanta violencia que rompe los cristales de la puerta.