ADIÓS
TIERNA INFANCIA
“Un
elefante se balanceaba
En
la tela de una araña,
Como
no veía y se caía
Fue
a llamar a otro elefante….”
Como
un himno, cada día los niños se lo cantaban en el recreo. El más poeta había
adaptado su versión a la personita de Manuel. Los adultos le etiquetaban como gordito, bajito, con gafitas… Los del patio le
conocían como “el piojo gordo gafotas”.
Manolito,
siempre vestido de colores alegres, había sido un niño feliz hasta su llegada al Rosalía
de Castro. Allí se enteró de su gordura, de su corta estatura y de su
alta miopía. La familia prestaba escasa atención a la apariencia física. Manolín
crecía según la genética heredada de Georges y deTeresa Brown.
Cuando la mamá iba a buscarle, grupos de
chicos pasaban a su lado tarareando:
“Como
no veía y se caía,
Fue
a llamar a otro elefante.
Dos
elefantes se balanceaban…”
Teresa
Brown no lo advertía, pero él se ponía
rojo de vergüenza y de rabia: bajaba la cabeza y echaba a correr hacia el
coche. Ella le comentaba:
-- ¡Qué canción tan graciosa! ¿No te
la sabes…?
Él
simulaba no oírla. Siguiendo la pauta de
la cancioncilla, el número de elefantes
aumentaba acorde a las personas que acudían
a recogerle.
“Tres
elefantes se balanceaban,
En
la tela de una araña…..”
A
Manuel lo que mas le había gustado del
nuevo colegio habían sido los columpios. En el recreo todo cambió con la primera
intentona de balanceo. A penas
empezaba a darse impulso cuando
chicos y chicas le rodearon
cantándole a coro la recién bautizada “Canción
del elefante Manolito”. Se bajó y
atravesando la mini chusma corrió hasta los servicios. Todos le seguían. En la
huida se cayó desollándose las rodillas. Las heridas no le protegieron de sus acosadores que
coreaban desgañitados:.
“Un
elefante se balanceaba
En
la tela de una araña,
Como
no veía y se caía..”
Tragó las lágrimas por lo de las raspaduras y
la impotencia de cambiar su aspecto a voluntad.
Tomó consciencia de su realidad física: no era flacucho como todos los
otros, pero sí enano y gafotas. Se sentía amenazado por ser distinto. Acostumbrado
a los arrumacos de la abuela Tere, “pero que nieto tan hermoso tengo, mira que
mofletes…”, no sabía que eso de ser hermoso estaba bien en su casa, pero no en
el cole y menos en la clase de gimnasia.
Hasta
aquel momento, su madre había sido para él
la persona más guapa y buena del
mundo. Le consolaba cuando algo iba mal abrazándole contra su pecho blandito y cálido. Ya no; ahora
sentía rechazo hacia aquellos brazos
rollizos. De ella se podrían sacar tres
mamás como la de Luis, el cabecilla del grupo.
Su madre, su padre, su abuela, todos eran
asquerosamente gordos, gordísimos. No
los quería por familia: ellos tenían la culpa de las burlas que sufría.
La
tristeza, la soledad y el miedo a Luis y a su pandilla, le quitaron las ganas
de casi todo: de ir al colegio., de columpiarse, de jugar, de comer… La señora
Brown empezó a preocuparse cuando su
hijo perdió el apetito. No se explicaba las causas del cambio en el carácter
del niño: languidecía por los rincones,
no quería ir a clase, no le gustaba que le abrazara… Ni el chocolate le levantaba el ánimo. De
seguir así tendría que llevarle al sicólogo. A ella le había ido
estupendamente. Lo comentaría con Georges.
Cuando
le preguntó qué le sucedía, las
palabras de Manolito se hundieron
absorbidas por el generoso busto:
--
No quiero ser gordo; me quiero morir como los niños de África.., Los gordos no
tenemos derecho a vivir.
--
Pero ¿de dónde sacas esas tonterías?.
--
El profe ha dicho lo de los niños que no
tienen comida y se mueren de hambre. En el patio los chicos me han pegado por egoísta. Dicen que los gordos tenemos la culpa de lo de Africa, que nos comemos su parte… Y encima soy un gafotas que no ve tres en un burro. Yo
quiero ser como ellos…
La
llantina le ahogaba. Teresa le tendió el refugio de sus brazos. Él ya no encontraba
consuelo en aquel nido acolchado y huyó de ellos.
La
mamá no estaba preparada para asumir el crecimiento interior de su hijo. Las lágrimas se escaparon: su cachorrito se había iniciado en el la dureza de la
vida. A tan corta edad había
experimentado la crueldad contra el diferente.
¿Y si regresaran a Estados Unidos? Aquel pais rebosaba de
gordos mórbidos. Y ella, quizás podría retomar la carrera de modelo para llenitas; mantenía
las mismas medidas. A ver que decía Georges…
Mientras
cubría de chocolate una tarta canturreaba:
“Un
elefante se balanceaba
En
la tela de una araña,
Como
no veía y se caía,
Fue
a llamar a otro elefante.
Dos
elefantes…”
Madrid, 22.10.12
No hay comentarios:
Publicar un comentario