CAPERUCITA Y SUS LOBOS
María Dolores de León
Madrid, 04.10.11
Silbidos, aplausos y las procacidades de costumbre… El espectáculo triunfaba.
Enfila el pasillo, rácano en luz, hacia el camerino. Según avanza, el glamour erótico se le desprende como polvo que un plumero aventase. Al día siguiente, junto con las pelusas del suelo y las colillas, los barrerán.
El habitual traspié en la baldosa bailona marca la frontera entre Caperucita y Dely Lupo. Hoy no recibiría a ningún admirador. La mayoría resultaban jóvenes aspiraban al master en sexo. Le inspira ternura la ignorancia y torpeza que los adorna, pero ella es actriz, catedrática de sexología. Sonríe pensando en que bien pudiera serlo si a ella le interesara la enseñanza.
Tropieza de nuevo en la penumbra maloliente: “¡Cada día más cegata, hija!”. El mafioso del jefe, porque está segura de que lo es, decía: “Mira guapa, ya te he puesto una bombilla de 40. Si no ves, te compras unas gafas o una linterna. El negocio no da para lujos. Esto no es el Follies Bergères ese...”. ¡El muy capullo!
En el mundillo artístico, nadie sabe de su miopía: perjudicaría a su caché. Por eso le sabe tan mal la racanería en luz. Fuera, lleva gafas: las lentillas le dan alergia. Marilyn Monroe también era miopísima y había que ver lo sexy que era… Un sex symbol, vamos. ¡La pobre, que final..!
Los olores familiares, tabaco rancio y desinfectante barato la saludan al entrar en el cuartucho que ella gusta en denominar “camerino”. Tiene muy ensayado el strip-tease privado , por si alguien escondido, mira Un movimiento de hombros y la capita caperuzada se desliza al suelo. En las películas la protagonista nunca recoge la prenda caída. Ella al marcharse la colgará. Se ata al desgaire la bata japonesa, imitación seda, regalo de él.
Inicia el ritual del desmaquillado. Los ojos parpadean aliviados del peso de las pestañas postizas. “¡Qué alivio!”. Se va aproximando a su auténtica identidad.
El resto de Dely Lupo repasa mentalmente, por última vez, la actuación. Todo había salido a pedir de boca… Unos golpes en la puerta la interrumpen. Sin esperar un “¡adelante!”, asoma la jeta sebosa del mafioso.:”Muy bien guapa, muy acertado el cambio. Esas tetas resucitan a un muerto…” No puede ocultar su pedigrí de albañil añejo. ¡Que asco de tío! Pero paga bien, no se quiere quejar.
Retoma la revisión interrumpida. Si, tenía razón, había sido un gran acierto el cambio de vestuario. Para los boys: pantalón ajustado simil cuero, tirantes, gorra de plato y porra en la mano. Nadie diría que aquellos “pecho lobo” pertenecían al grupo gay Osos de Buenos Aires.
¿Y ella? Bien mona con la capa un poco más cortita; no había más. Noche tras noche interpretan guiones vividos día a dia por ella. El público lo captaba y ardía.
Él, cada mañana le renovaba la coreografía. Ambos disfrutaban del ensayo hasta la extenuación.
A veces, en fechas señaladas, retomaban las secuencias del primer encuentro. Aquella lengua tan rasposa como su voz la inició en la sensualidad y el erotismo. A pesar de su insistencia, él se había negado a consumar su deseo.: “Cuando cumplas los dieciocho, muñeca, si sigues deseándolo…” Durante diez años la estuvo preparando. Fue el regalo de cumpleaños más maravilloso que hubiera soñado. Al recordarlo, culebrillas eléctricas le recorren la columna. Sonríe: ¡Qué cuento tan divertido le habían inventado a su madre!
Se ve con la capotita roja que tanto le gustaba y una bolsa en la mano. La abuela andaba pachucha, le llevaba sopa. Vivía a dos calles, frente al parque. Cruzó y arrancó unas flores para la enferma.Un hombre se acercó: ”Niña, eso esta muy mal. Hay que respetar las plantas” Sin gafas, no le distinguía bien la cara. La voz sonaba ronca y áspera, como de malo de película. “Si vienes a casa, me pongo la ropa de trabajo y te acompaño; está oscureciendo”. Ella había aceptado: la sopa se podía recalentar. Él, antes de enfundarse un uniforme, pasó por el estado de hombre lobo peludo. Su vello tan espeso, le hizo cosquillas. Fue dulce, delicado, amoroso. A ella le gustaron mucho aquellos juegos. El caldo se le había borrado del pensamiento. Desde allí, sin gafas, no se orientaba para volver.
La mano peluda sujetaba la suya con la fuerza de una garra. “Señora, he encontrado a esta niña en un barrio algo alejado de aquí.¿Se ha escapado? Parecía asustada y desorientada. No son horas para que ande sola por la calle. Si vuelve a ocurrir tendré que informar a los Servicios Sociales. Adiós pequeña, sé obediente. Buenas noches”.
La madre no la había regañado por las trenzas medio deshechas ni por la caperucita atada de través. “Adelita, ¿Te ha pasado algo, estás bien?” “Muy bien mami,..” La mamá no habló más, pero se empeñó aquella noche en bañarla. Su ojo cargado de culpa y de miedos la vigilaba; no salía sola ni a la puerta de la calle. Cuando se cruzaba con su amigo, él le guiñaba un ojo y se chupaba el dedo pequeñito con una sonrisa. Al empezar el instituto, retomaron los juegos.
Suspira: “!Que recuerdos tan románticos!”
A pesar de la diferencia de edad él sigue siendo su maestro, su amante, su inspiración.. Él la quiere libre, sin ataduras, feliz: “Algún día encontrarás a un hombre joven que…” No le dejaba terminar. Se le hace impensable su ausencia.
Guardando las horquillas encuentra su amuleto de la suerte: un botón dorado de uniforme. Lo atesora desde aquella tarde. El único comentario de su madre aquella tarde había sido: ”Como se relaja la disciplina en el cuerpo de policía. A ese le faltaba un botón en la chaqueta. Si ella supiera…
Recobrada la identidad del DNi, Adela Carrascosa Corral, se dirige con prisa al coche. ¡Qué ganas de llegar a casa; perderse en su autentico lobo peludo!…
Por el rabillo del ojo, a través de la montura colorada, llega a leer:
CLUB SAMOA
HOY
CAPERUCITA Y SUS LOBOS
CON
LA ESTRELLA MAS CALIENTE DEL EROTISMO
DELY LUPO
Y
SUS BOYS LOS OSOS DE BUENOS AIRES
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