lunes, 8 de julio de 2013

Marisa de Hita "Yo el magnolio"

Yo el Magnolio
Hace ya unos cinco años, estaba yo en el vivero, con mis otros hermanos, grandes y pequeños, frondosos y esmirriados, esperando el momento en que alguien se fijara en mí, y decidiera acogerme en el seno de su familia y llevarme a su jardín.
Era un sábado del mes de mayo, cálido y luminoso, colmado de fragancias y color.
De pronto, un grupo de personas se detuvo en el borde del camino central. “Aquí están los magnolios. Hay unos cuantos”.
Observé que quien había hablado llevaba del brazo a una señora que respondió con entusiasmo: “Vamos a verlos, por favor!”
El grupo de personas abandonó el camino y se internó en la frescura de la arboleda.
La señora entusiasta, siempre guiada por su acompañante, iba palpando con suma delicadeza los magnolios que estaban más cerca del camino. “Qué preciosos!, qué maravilla!”
Sus manos buscaban las ramas y se detenían, siempre muy suavemente, en las grandes hojas aterciopeladas. Se la veía disfrutar con ese contacto.
Llegó junto a mí. Yo contuve la respiración. La oí musitar: “Éste. Éste me encanta. Tiene un tamaño medio. Parece sano. Qué pensáis vosotros?”
Así fue como, unos días más tarde, dentro del gran tiesto que había sido mi universo desde mucho tiempo atrás, fui transportado en un horrible camión al jardín, donde aún hoy, transcurren mis días y mis noches.
No podría decir si me siento más feliz o más desgraciado en mi nuevo hogar.
En junio doy algunas flores, efímeras y hermosas, que hacen las delicias de la señora, siempre afectuosa conmigo. Mis hojas siguen brillantes y suaves. Pero, según los comentarios que oigo a mi alrededor, no estoy frondoso. Quizás no me he adaptado bien. Tal vez la tierra… tal vez.
La señora dice:
Vamos a darle tiempo. No siempre la adaptación es fácil. No hay prisa. Mientras le quede una sola hoja, seguirá siendo el rey del jardín.

Marisa de Hita
Octubre 2011
FIN

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