martes, 3 de diciembre de 2013

María Dolores de León "Cuento"


                                               CUENTO

                                   María D. de León

                                   Madrid, 07.11.13

                                                                                  

Advertencia al lector: A propuesta tontorrona, narración simplona….

                

 

 

            -- … Y entonces el  rey supo de la pericia  de  aquel joven.

 

            El chiquillo se empeñó y lo consiguió: nació de nalgas. El primer ojo que vio la luz fue el anal y no era como los del resto de la gente. Consistía en una especie de pequeño organo táctil, muy delicado y sensible. Los médicos lo estudiaron ante la insistencia de los padres, pero al ver que por otra parte cumplía sus funciones normales dejaron de interesarse por el caso.            

            Resultó un niño vago y exigentge en cuanto a los asientos que jalonan las etapas  de toda vida humana. Cuando acertaban con sus necesidades de confort, él rehusaba cambiar de asiento. Eso ocurrió con el cochecito  de bebé. Cuando  le llegó la etapa escolar, las piernas le arrastraban dejando surcos por el suelo. Los padres probaron a llevarle a la sillita de la reina, pero era cansado  e ingrato: lloraba durante todo el camino.  No es que tuviera ninguna discapacidad orgánica,  porque efectuaba  pequeños recorridos a pie para satisfacer sus necesidades primarias. El dictamen de los especialistas había sido  pereza crónica agravada por la sensibilidad exacerbada de aquel apéndice quejica que emergía  de engtre los glúteos. Ciertamente  un caso sin solución,  incurable.

           

              Recordando el cuento de Garbancito de la Mancha a los progenitores de Rufino, que así se llmaba el infortunado jovencito, jalonaron todo el recorrido hasta la escuela de sillas recogidas aquí y allá.

Pero las posaderas de su retoño se resentían y él sufría lo indecible

Los asientos variopintos recogidos  no reunían las condiciones adecuadas.  Al final, los padres desesperados, le depositaron en  en una fábrica de sillas, la más importante del reino: “Hijo de mi alma – dijo la madre llorando- cuando encuentres la silla de tu vida,avísanos…Te queremos, pero consideramos que esto es por tu bien…”

Rufino, fascinado  por las posibilidades que se  abrían ante él  ni se despidió. Con gran esfuerzo sus nalgas, blanditas como masa de pan cruda, iniciaron el recorrido  de cada modelo. De algunos se levantó como picado por avispas. Intrigado, el dueño le preguntó la razón de dicha

actitud. Rufino le fue indicando, a su  sentir,  los defectos de que adolecían algunos. Para gran sorpresa de su interlocutor coincidían con los de peor salida.

             El fabricante tuvo la sabiduría de escuchar a aquel culón sensible e introdujo los cambios sugeridos. Las ventas se incrementaron de forma inaudita.  De palacio recibieron un pedido para el gran comedor. Los monarcas quedaron muy satisfechos  con la comodidad  de aquellas sillas. Tenían algo de mágico.  Las cenas de gala transcurrían en gran armonía y se pactaban alianzas muy provechosas para el reino. Entonces el soberano   hizo llamar a Rufino, le invitó al salón del trono donde se celebraban las audiencias y le pidió que tomara asiento. Rufino, el de  las nalgas sensibles, empezó a agitarse una vez sentado. El rey le observaba con atención. “Este muchacho  se rebulle  igualito que el embajador de  Irambia… Que penosa resultó aquella entrega de credenciales…”

            Sala tras sala y habitación tras habitación, todos los asientos pasaron la supervisión del reaacién nombrado “Probador real de sillas, sitiales y taburetes

 

            Hasta el último dia de su vida, Rufino, de silla en silla,  fue feliz. No acumuló fortuna porque su sueldo lo donaba a sus padres en compensación por los padecimientos sufridos. Siempre se mantuvo fiel a sí mismo. Bajo mano algunos desaprensivos intentaron sobornar la infalibilidad de sus nalgas pero no se sabe de nadie que lo consiguiera.

 

            El niño, sentado en el suelo, se queda mirando al aabuelo con gesto de desaprobación.

 

            -- Abuelo, vaya un cuento tonto y “rollo”.  Prefiero los de ladrones, como el de Alí Babá…

 

            --  Nico, esos ya salen demasiado en los periódicos y en la tel. Este se lo ha inventado tu abuelo, exclusivamente para ti.

 

            -- Vale, pero a ver si el próximo te lo “curras” un poco más. ¿Te vienes a echar una paratida con la play?

 

            Don Mariano piensa que el nieto  ha crecido demasiado deprisa. La misión original de los cuentos  de alecccionar a la infancia en los peligros de la sociedad,  ahora la asume la radio, la prensa y la TV.  Tiene razón el niño, mejor evadirse con una partidita. Allí los malos pagan.

           

-- Me parece bien, ya sabes que te gano. ¿Hace una onza de chocolate? Y el que pierda saca la basura…

 

 

 

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