CUENTO
María
D. de León
Madrid,
07.11.13
Advertencia al lector: A propuesta tontorrona,
narración simplona….
-- … Y
entonces el rey supo de la pericia de
aquel joven.
El
chiquillo se empeñó y lo consiguió: nació de nalgas. El primer ojo que vio la
luz fue el anal y no era como los del resto de la gente. Consistía en una
especie de pequeño organo táctil, muy delicado y sensible. Los médicos lo
estudiaron ante la insistencia de los padres, pero al ver que por otra parte
cumplía sus funciones normales dejaron de interesarse por el caso.
Resultó un
niño vago y exigentge en cuanto a los asientos que jalonan las etapas de toda vida humana. Cuando acertaban con sus
necesidades de confort, él rehusaba cambiar de asiento. Eso ocurrió con el
cochecito de bebé. Cuando le llegó la etapa escolar, las piernas le
arrastraban dejando surcos por el suelo. Los padres probaron a llevarle a la
sillita de la reina, pero era cansado e
ingrato: lloraba durante todo el camino. No es que tuviera ninguna discapacidad
orgánica, porque efectuaba pequeños recorridos a pie para satisfacer sus
necesidades primarias. El dictamen de los especialistas había sido pereza crónica agravada por la sensibilidad
exacerbada de aquel apéndice quejica que emergía de engtre los glúteos. Ciertamente un caso sin solución, incurable.
Recordando el cuento de Garbancito de la Mancha a los progenitores
de Rufino, que así se llmaba el infortunado jovencito, jalonaron todo el
recorrido hasta la escuela de sillas recogidas aquí y allá.
Pero las posaderas de su retoño se resentían y él sufría lo
indecible
Los asientos variopintos recogidos no reunían las condiciones adecuadas. Al final, los padres desesperados, le
depositaron en en una fábrica de sillas,
la más importante del reino: “Hijo de mi alma – dijo la madre llorando- cuando
encuentres la silla de tu vida,avísanos…Te queremos, pero consideramos que esto
es por tu bien…”
Rufino, fascinado por
las posibilidades que se abrían ante
él ni se despidió. Con gran esfuerzo sus
nalgas, blanditas como masa de pan cruda, iniciaron el recorrido de cada modelo. De algunos se levantó como
picado por avispas. Intrigado, el dueño le preguntó la razón de dicha
actitud. Rufino le fue indicando, a su sentir, los defectos de que adolecían algunos. Para
gran sorpresa de su interlocutor coincidían con los de peor salida.
El fabricante tuvo la sabiduría de escuchar a
aquel culón sensible e introdujo los cambios sugeridos. Las ventas se
incrementaron de forma inaudita. De palacio
recibieron un pedido para el gran comedor. Los monarcas quedaron muy
satisfechos con la comodidad de aquellas sillas. Tenían algo de
mágico. Las cenas de gala transcurrían
en gran armonía y se pactaban alianzas muy provechosas para el reino. Entonces
el soberano hizo llamar a Rufino, le invitó al salón del
trono donde se celebraban las audiencias y le pidió que tomara asiento. Rufino,
el de las nalgas sensibles, empezó a
agitarse una vez sentado. El rey le observaba con atención. “Este muchacho se rebulle
igualito que el embajador de Irambia…
Que penosa resultó aquella entrega de credenciales…”
Sala
tras sala y habitación tras habitación, todos los asientos pasaron la
supervisión del reaacién nombrado “Probador real de sillas, sitiales y taburetes
Hasta el
último dia de su vida, Rufino, de silla en silla, fue feliz. No acumuló fortuna porque su
sueldo lo donaba a sus padres en compensación por los padecimientos sufridos. Siempre
se mantuvo fiel a sí mismo. Bajo mano algunos desaprensivos intentaron sobornar
la infalibilidad de sus nalgas pero no se sabe de nadie que lo consiguiera.
El niño,
sentado en el suelo, se queda mirando al aabuelo con gesto de desaprobación.
-- Abuelo,
vaya un cuento tonto y “rollo”. Prefiero
los de ladrones, como el de Alí Babá…
-- Nico, esos ya salen demasiado en los
periódicos y en la tel. Este se lo ha inventado tu abuelo, exclusivamente para
ti.
-- Vale,
pero a ver si el próximo te lo “curras” un poco más. ¿Te vienes a echar una
paratida con la play?
Don Mariano
piensa que el nieto ha crecido demasiado
deprisa. La misión original de los cuentos
de alecccionar a la infancia en los peligros de la sociedad, ahora la asume la radio, la prensa y la
TV. Tiene
razón el niño, mejor evadirse con una partidita. Allí los malos pagan.
-- Me parece bien, ya sabes que te gano. ¿Hace una onza de
chocolate? Y el que pierda saca la basura…
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