EL BOTIJO DE SAN ISIDRO LABRADOR
María Dolores de León
Diciembre
2013
Dedicatoria
Con todo mi amor
a Solete, sobrina de
elección.
En
la capillita de san Isidro, a los pies de la imagen, se
muestra orondo el botijo único resto del humilde ajuar del
santo labrador.
Cuentan
los devotos cofrades que hacia 1868 el
humilde piporro fue ascendido a la categoría de objeto de culto con cofradía
propia:la Cofradía
del santo Botijo del Labrador”. Aquel año una sequía pertinaz privaba del mínimo
de agua vital a los pobladores de Madrid. El último chorrillo que manó del caño
de la Fuentecilla
fue recogido por la futura reliquia. Aseguran que con su contenido se abasteció a
toda la capital. Eso si, tan solo para subsistir. Se eliminaron los baños
frívolos y las aguas fecales perdieron
el sustantivo.
El 15 de mayo la cofradía en pleno, en procesión,se encamina
a la ermita del santo para cambiar el agua al botijo. Todos tratan, dentro de
sus posibilidades de contribuir a la pompa de dicha ceremonia. Pero el acto año
tras año pierde vistosidad: por causas ajenas a su voluntad, el número de
cofrades va decreciendo.
Mucha
gente acude a la Pradera , a beber agua de
la fuente santa, pero la devoción al Botijo había caido en el olvido. Se imponía un
milagro contemporáneo. Rezaban, hacían
novenas, daban limosnas: todo inútil.
Isidro parecía haberse conchabado con los grandes bebedores de su
fuente. ¿Y ellos, qué…?
El
Labrador, sin duda por aburrimiento, les inspiró una idea con grandes
posibilidades. Se pusieron manos a la obra con diligencia.
El
domingo siguiente, un cartelito a los pies del santo, apoyado en la vasija con
aspiraciones a milagrera rezaba: “ Agua
del santo contra la impotencia masculina. Milagro asegurado. Donativo
obligatorio: 1 Eur.
(se recomienda evitar el abuso).
Don
Raimundo y don Ramiro, devotos de san
Isidro Labrador, solían hacer una visita a la capillita todos los domingos,
antes del inicio de la misa de 12. Por
el buen patrón depositan el donativo. Invita don Raimundo y tras sendos
traguitos de aquella agua azul celestial, sombreros en mano, se dirigen al banco que gustan ocupar en
primera fila.
Finalizada
la Elevación los parroquianos, asombrados, les ven encaminarse con prisa a la salida, sombreros a la altura de la entrepierna, con perdón.
Al
término de la misa, el hecho en boca de los asistentes alimenta los corrillos. Más
tarde aparecen en Casa Rufino muy sonrientes y ufanos.
Sus respectivas esposas colgadas del brazo, resplandecen, un brillo especial en los ojos, como novias
enamoradas.
Ellos
se muestran discretos sobre los efectos del agua celeste; no habían notado gran
diferencia con respecto a otras veces. Muy
distinta es la opinión de sus mujeres que ante las amigas alardean, como recién casadas. de las proezas de sus
respectivos cónyuges.
A la semana siguiente se requieren dos
cofrades para atender la demanda de los asistentes. Uno mantiene el orden y el otro controla la duración del
chorrillo color cielo.
Solo
en domingo se manifiesta el milagro. El
resto de la semana el líquido mantiene
la apariencia de agua común, incolora e insípida
Al
no ser económica su finalidad, sino de
captación, se añadió un nuevo rótulo: “Los
cofrades de la hermandad del Santo Botijo del Labrador se beneficiarán de un
descuento del 50 % en el donativo como contribución para el mantenimiento de la
santa reliquia.”
El
lunes posterior, en el centro de reunión de la cofradía reina una animación inusual. Mientras esperan
turno para cumplimentar la solicitud de inscripción, los unos y los otros relatan con pelos y señales el milagro experimentado
en sus propias zonas pudendas.
“De
seguir así, quizás sería saludable la interrupción
temporal de tanta devoción.” El hermano
mayor de la cofradía analiza meditabundo el desarrollo de los acontecimientos. La mano, siguiendo la costumbre adquirida,
juguetea con la pastillita cobalto en el bolsillo de la chaqueta.
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