miércoles, 4 de diciembre de 2013

María Dolores de León "El botijo de San Isidro Labrador"


EL  BOTIJO  DE SAN ISIDRO LABRADOR


        María Dolores de León


                  Diciembre  2013

 

Dedicatoria

Con todo mi amor

a Solete, sobrina de

elección.

             

       

        En la capillita de san Isidro, a los pies de la imagen,   se muestra orondo  el  botijo único resto del humilde ajuar del santo  labrador.

        Cuentan los devotos cofrades que  hacia 1868 el humilde piporro fue ascendido a la categoría de objeto de culto con cofradía propia:la Cofradía del santo Botijo del Labrador”. Aquel año una sequía pertinaz privaba del mínimo de agua vital a los pobladores de Madrid. El último chorrillo que manó del caño de la Fuentecilla fue recogido por la futura reliquia.  Aseguran que con su contenido se abasteció a toda la capital. Eso si, tan solo para subsistir. Se eliminaron los baños frívolos y las aguas  fecales perdieron el sustantivo.

        El  15 de mayo  la cofradía en pleno, en procesión,se encamina a la ermita del santo para cambiar el agua al botijo. Todos tratan, dentro de sus posibilidades de contribuir a la pompa de dicha ceremonia. Pero el acto año tras año pierde vistosidad: por causas ajenas a su voluntad, el número de cofrades va decreciendo.

        Mucha gente acude  a la Pradera, a beber agua de la fuente santa, pero  la devoción al  Botijo había caido en el olvido. Se imponía un  milagro contemporáneo. Rezaban, hacían novenas, daban limosnas: todo inútil.  Isidro parecía haberse conchabado con los grandes bebedores de su fuente. ¿Y ellos, qué…?

        El Labrador, sin duda por aburrimiento, les inspiró una idea con grandes posibilidades. Se pusieron manos a la obra con diligencia.     

        El domingo siguiente, un cartelito a los pies del santo, apoyado en la vasija con aspiraciones a milagrera  rezaba: “ Agua del santo contra la impotencia masculina. Milagro asegurado. Donativo obligatorio: 1 Eur.

(se recomienda evitar el abuso).

        Don Raimundo y don Ramiro, devotos  de san Isidro Labrador, solían hacer una visita a la capillita todos los domingos, antes del inicio de la misa de 12.  Por el buen patrón depositan el donativo. Invita don Raimundo y tras sendos traguitos de aquella agua azul celestial, sombreros en mano,  se dirigen al banco que gustan ocupar en primera fila.

        Finalizada  la Elevación los parroquianos,  asombrados,  les ven encaminarse  con prisa a la salida, sombreros  a la altura de la entrepierna,  con perdón.

        Al término de la misa, el hecho en boca de  los asistentes alimenta los corrillos. Más tarde  aparecen en  Casa Rufino muy sonrientes y  ufanos.  Sus respectivas esposas colgadas del brazo, resplandecen,  un brillo especial en los ojos, como novias enamoradas.

        Ellos se muestran discretos sobre los efectos del agua celeste; no habían notado gran diferencia con respecto a otras veces. Muy  distinta es la opinión de sus mujeres que ante las amigas alardean,  como recién casadas. de las proezas de sus respectivos cónyuges.

         A la semana siguiente se requieren dos cofrades para atender la demanda de los asistentes. Uno mantiene  el orden y el otro controla la duración del chorrillo color cielo.

        Solo  en domingo se manifiesta el milagro. El resto de la semana el líquido  mantiene la   apariencia de agua común, incolora e insípida  

        Al no ser económica su finalidad,  sino de captación, se añadió  un nuevo rótulo: “Los cofrades de la hermandad del Santo Botijo del Labrador se beneficiarán de un descuento  del 50 %  en el donativo como contribución  para el mantenimiento   de la santa reliquia.”

        El lunes posterior, en el centro de reunión de la cofradía   reina una animación inusual. Mientras esperan turno para cumplimentar la solicitud de inscripción,  los unos y los otros  relatan con pelos y señales el milagro experimentado en sus propias zonas pudendas.

        “De seguir  así,  quizás sería saludable la interrupción temporal de tanta devoción.”  El hermano mayor de la cofradía analiza meditabundo  el desarrollo de los acontecimientos.  La mano, siguiendo la costumbre adquirida, juguetea con la pastillita cobalto en el bolsillo de la chaqueta.

 

 

 

 

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