domingo, 1 de diciembre de 2013

Maricarmen Colodrero ªEl botijo mágico"


El botijo mágico

 

30 noviembre 2013.

 

Un matrimonio de un importante país europeo solía pasar las vacaciones de verano en España. Comenzaron a venir cuando sus hijos eran pequeños, y todavía, a veces, éstos les acompañaban, ya casados, con sus consortes y nietos.

No les gustaba vivir en apartamentos modernos. Preferían alojarse en casas de pueblo que aunque adaptadas  a la vida del siglo XXI, conservaban el regusto de la vida rural.

Les agradaba la convivencia con los lugareños pero, esta vez, estarían solos. Una mujer del pueblo iría todos los días a limpiar, prepararles várias comidas populares y echar de comer a las gallinas.

Cuando hubieron deshecho las maletas dieron vueltas por toda la casa para fascinarse con los restos de cultura regional que aún hubiran sobrevivido.

Así fue como en un rincón de la cocina encontraron un botijo especial.

Por supuesto que años atrás habían tenido ocasión de empaparse la pechera intentando beber, pero es que aquel botijo no era blanco, ni rojo, era verde. Además el pitorro y la entrada para el agua eran de un palmo de largos. Por si fuera poco, unos signos desconocidos lo decoraban formando líneas espaciadas.

Así todo, intentaron llenarlo con agua del grifo pero con esto, solo lograban que el botijo rechazara el agua, escupiéndola a la vez que se oía un leve rugido inconveniente .

Estaba enzarzada la pareja en disquisiciones sobre la naturaleza de los signos, (ambos eran autodidactas de la Arqueología), opinando sobre si se trataba de escritura demótica o hierática, cuando se oyeron unos golpes en la puerta.

Era Demetria que venía a atenderles.

Después de las presentaciones y de que la buena mujer repitiese varias veces: “Mu contentos. Aquí van a estar mu bien y mu contentos”, le plantearon la incógnita de aquél objeto estrafalario.

-Pos no sé…Cuando yo venía a cuidar al Eladio, nunca lo ví y si que es un botijo raro…-dijo Demetria mientras lo cogía y tocaba por todas partes- A ver, a ver…

Y se volvió con rapidez a los cajones de la cocina regresando con un gran sacacorchos.

Abrazada al botijo, estuvo urgando en la embocadura mientras el matrimonio hacía algún comentario.

-Despacío po favó, ser cosa cultugal – decía ella.

-Pog favog, cuitado, cosa delicada…  -corroboraba él.

Demetria forcejeaba con el botijo a riesgo de saltarse un ojo.

 

-Así, así…mu bien…lo he cogío.

Y extrajo una bolsita de plástico que contenía un papel enrollado.

El matrimonio estaba atónito, no podrían haber hablado más que En su Idioma . La emoción les bloqueaba la dicción en español, motivo por el cual la narradora ha optado por no aventurarse por diálogos en el idioma original con el fin de no aburrir al lector.

Como es de imaginar la protagonista es la esforzada Demetria, que, en este momento ha dejado la verde antigualla en la mesa y desenrolla el papel.

-Si ustés saben leer español…porque una servidora satasca…o si no voy a buscar a la maestra.

Con delicadeza y muchísima curiosidad la Sra. Extranjera le cogió el papel y leyó:

“Como veo que me muero quiero dejar a la Demetria esta cosa histórica que ha pasao, en mi familia, de generación en generación.

En la época del Emirato árabe se impulsó la ciencia hastal punto de fabricar este botijo , carísimo entonces,  con el que se pué jacer con poca agua , guisos en el desierto.

Lo he probao y aguanta al fuego porque es vitrificao. Lo que se cocina sale muy rico.

Se lo deho a mi amiga Demetria, por buena y zimpática, que ha alegrao mis últimos días.

¡Si no juera porque mestoy muriendo, te pediría que te cazaras  conmigo!.

Adiós”. Firmado: Eladio El Risueño.

Posdata: Pa manejarlo a la parte trasera de la hoja.

 

-¡ Oh, oh, tecnológic –decían a coro los veraneantes.

-Desluego el botijo es mu majíco, pero si ustés hubieran conocío al Eladio…con lo bromista quera….

-Nosotgos compgag a ti Demetgia –ofreció él.

-No eso no estaría bien. Los deseos de un muerto hay que respetarlos. Que una es mu creyente. Pero les prometo que mientras estén en el pueblo les voy a guisar en el botijo. Talmente como si ustés fueran morabitos del desierto.

 

Una vez leidas las instrucciones descubrieron la muesca que hacía fácil abrirlo. No más de mmedio vaso de agua y una cucharada  de aceite de oliva. Fuego mínimo.

Los extranjeros alabaron mucho el pollo al chilindrón.

 

Hay que decir que Demetria no andaba descaminada, si bien, los autores de la broma eran dos: Eladio,para quien tenemos un recuerdo afectuoso, y Eleuterio.

Se hicieron muy amigos por la coincidencia de letras de sus nombres y, como Eleuterio era alfarero, idearon aquel botijo-olla que nadie compró, aunque funcionaba.

Pero el texto de las inscripciones no era de ellos. Se debía a un amigo del otro lado del Estrecho que, dicho sea de paso, escribía muy mal en árabe. La primera línea decía:

“Javivi. Alí Babá y Simbad el marino, cuanndo no estaban de viaje, comían lo que cocinaba este puchero”.

En las otras dos líneas decía cosas raras acerca del sentido del humor y la convivencia de culturas distintas.

 

 

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