domingo, 7 de abril de 2013

Juan Carlos Coronel "El homenaje"


EL HOMENAJE

   Un sendero de arena y grava, nos acercaba a la puerta de hierro forjado, a ambos lados de la misma, un muro de piedra envejecida.
señalaba los limites del chalet de Maximiliano Armenteros. Sobre la verja férrea un cartel , negro sobre blanco, en el que podía leerse,
“ Villa Soledad “, un hombre grueso, vestido con uniforme, descorrió el cerrojo y me franqueo el paso.
   Al fondo de un amplio jardín, se apreciaba la vivienda, dos plantas, tejado de negra pizarra, enorme piscina, y porche, en el que se es-
tacionaban los lujosos autos del anfitrión y sus invitados.
   Recibido por Maxi, con un cordial saludo, fui presentado a los invitados a aquella fiesta, algunos conocidos, de algún programa del
corazón, y la mayoría compañeros de la empresa. Una larga mesa, vestida con impecable mantel blanco,presidía la entrada, varias botellas de Albariño, Ribeiro y Verdejo, estaban dispuestas para ser consumidas por los comensales. Tomándome por un brazo, Maxi
me acerco a un pequeño grupo, y me presento de forma pomposa.
- Os presento a Charly Coronado, mi mano derecha, sin el cual mis proyectos no saldrían a la luz. Sentaos, enseguida comienza el almuerzo.
   Nos distribuimos alrededor del rectángulo, a mi derecha se acomodo, una joven, rubia de frasco, que lucia blusa de seda blanca,
con un escote que parecía no tener fin, rodeando su cuello, una fina cadena de oro, que se perdía al final del escote. Los camareros, empezaron a servir los platos, Langosta, Bogavante, Ostras, y percebes gallegos, compusieron el aperitivo. Después una monumental parrillada. Los blancos españoles, fueron sustituidos por tintos franceses, a los que nadie puso reparo. La mesa se fue animando, las conversaciones se entrecruzaban, la rubia ubicada a mi derecha, manipulaba con destreza bajo mi cinturón.
   Servidos los postres, Maxi se levanto de su asiento, tomo su copa rebosante de champagne, y nos dirigió unas breves palabras.
-Queridos amigos, deseo que este evento sea de vuestro agrado, si lo deseáis, podéis descansar, hasta la hora de la sorpresa final.
Las habitaciones, están a vuestra disposición.
   La rubia y yo decidimos quemar unas cuantas calorías, con una completa tabla de placenteros ejercicios, dos horas más tarde bajamos de nuevo al jardín.
   En la cabecera de la mesa, Maxi, cortaba con suma habilidad, fracciones de un polvito blanco, que ofrecía a los que lo deseaban,
Transcurridos unos minutos, dos camareros, colocaron sobre la tablazón, una impresionante bandeja, cubierta por un papel de plata,
Maxi pidió silencio, levantando los brazos al aire, desenvolvió cuidadosamente, el papel, surgió del envoltorio, transformado en pas-
tel, el último edificio diseñado por él. Aplausos atronadores de la concurrencia, se comenzaron a distribuir has raciones.
   El anfitrión tomo la cúpula del edificio, comenzó a degustarla, de pronto, un ataque de tos, algunos nos acercamos a golpear la espalda del arquitecto, la tos seguía aumentando, alguien intento introducir los dedos en la boca del hombre, tambado en el suelo, Maximiliano Armenteros se convulsionaba, como si recibiese descargas eléctricas, las sirenas de una ambulancia. regaron el silencio,
dos sanitarios se acercaron al hombre que yacía en el suelo, tras 30 minutos de ejercicios de reanimación. cubrieron el cuerpo del se-
ñor Armenteros, con un envoltorio dorado.
   A la mañana siguiente, la presa de hacía eco de la noticia, Maximiliano Armenteros mure por asfixia en una fiesta privada. Cientos de fotografías, sacadas con los teléfonos móviles, ilustraban las portadas de revistas y periódicos, algunos amigos del arquitecto sacaron
buen provecho de la fiesta.


FIN

 


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