INEXPLICABLE,
INEXPLICABLE
María D. de León
Madrid, 11.04.13
Una brisa
cargada de azahar y jazmín hace
ondear mi túnica de gasa turquesa. La melena tanto tiempo anhelada, lisa y cobriza, hasta la cintura, ondea movida por el leve viento. Levanto la cara hacia la luz: reflejos
dorados enriquece los matices de la piel y del tejido. Me gustaría
una flor para el cabello. Un lilium
amarillo aportaría un contrapunto de color muy favorecedor. ¿Existirán en esta
tierra de esmeralda?
Desciendo unas escaleras empinadísimas sin pisar los
peldaños, a penas rozo los cantos, como
si me deslizara por una rampa invisible. Sin duda así debe moverse el hada del Viento
del Este. Lo más divertido resultan las vueltas: apoyando una mano en la
barandilla, salvo el descansillo de un salto. Me siento tan ágil que no me pesan los
kilitos ganados. Debe ser el aire tan puro; le tengo que decir a Juan que nos
vendría bien venir con los niños. Me encanta la paz que se respira, renueva el alma.
Oigo voces
y pasos… ¿Será posible? Me parece ver por allí,
paseando del brazo, a Carmen y
a Manuel. Habrán venido a reponerse tras el accidente de aviación.
. ¡Que alegría…! Voy a darles un
abrazo. Diría que muestran una
espléndida forma , sin aparentes secuelas físicas. Les he tenido algo olvidados. Y… ¿dónde están? Se
han esfumado; si se trataba de ellos, nos volveremos a encontrar por aquí: esto
parece el paseo más transitado. La gente
transcurre lenta y con sosiego, luciendo vestiduras en colores sutiles y elegantes. Me encantan los
malvas y los índigo sobre todo: emiten ondas de armonía y paz. Mas adelante me gustaría entablar conversación con alguien. Aprecio en
ciertos rostros rasgos familiares.
La atmósfera límpida y estimulante me impulsa a moverme, a explorar. Nunca me había sentido tan vital.
Hasta diría que se me ha mejorado la
agudeza visual. Como si no acabara de creerlo, no me canso de repetirme el bienestar que me
embarga en este lugar. No debe ser muy
conocido, porque nadie me había hablado
de semejante paraíso.
Sin falta, tenemos que organizar una excursión. El
pensamiento vuelve a Juan: ¿le gustará
mi nueva imagen? Seguro. Siempre me dice:
“Amor, deberías vestir exclusivamente de turquesa; es el color que más te
favorece…”. ¡Es más rico…! He tenido mucha suerte; me comprende, me hace muy
feliz. Gracias a su apoyo y sacrificio
me he realizado en mi carrera. Sin
complejos se ocupa de los niños y de la casa. ¡Me estan entrando unas ganas de
abrazarle…! Tranquila, chica, si le acabas de ver en el desayuno… Cierto, pero una
necesidad imperiosa me empuja hacia él.
Percibo que también él piensa en mi con intensidad y desesperación. Pobrecito mio, no quiero hacerle sufrir, debo
dejar de juguetear como una adolescente y retomar mis responsabilidades.
Volveré a repetir la escapada. ¿O no ha sido tal?
Un golpe, chasquidos, dolor en los costados,
pesadez… Una mano aprieta fuerte la mia;
no se da cuenta de que me hace daño. ¡Vaya un recibimiento!
-- Ya
vuelve, ya vuelve…
La voz
suena vacía de sentimientos; pertenece a
un hombre.
-- Gracias
a Dios. ¡Cariño, cariño..! ¿Me puedes oir? ¿ Cómo estás?
Es Juan.
Abro un ojo
a penas; lo clausuro de inmediato. Aquella
luz fría me taladra el cerebro. El
perfume a flores ha sido sustituido por
otro a desinfectante, nada sugerente. Me llevo la mano libre a la cabeza
embotada: los rizos cortos se desparraman por la almohada.
Al respirar me duelen a rabiar las costillas; el vendaje que las oprime es
la única tela que me cubre . Un gato se ha debido ensañar con la garganta: imposible hablar ni tragar. ¿Dónde me han traído? No me gusta, quiero irme
de nuevo.
Juan me
habla:
-- ¡Amor,
que susto me has dado...!
No me
explico el tono de patetismo: sólo fue
una inocente escapada.
El hombre vacío de sentimientos se empeña en informarme.
-- Señora
ha tenido suerte: su marido le ha roto tres costillas, pero le ha salvado de morir asfixiada. Le
hizo expulsar un trozo de …
El
individuo no se da cuenta de que no le escucho. Juan , no me gusta este sitio,
vámonos. Quiero mostrarte un sitio maravilloso. ¡Vámonos los dos! De momento los
abuelos cuidarán de los niños…
Por fin, ha entendido mis súplicas
mentales. Se inclina para besarme los
labios; su cuerpo se apoya sobre mío.
Juan,
arrobado, admira mi apariencia de Hada del Viento del Este. Él, todo de blanco, me rocía de amor y bondad. Enlazados por la cintura le guio hacia las escaleras de mi primera experiencia
en esta tierra esmeralda.
No les llega
la voz vacia de sentimientos:
-- Inexplicable,
dos infartos simultáneos;
inexplicable, inexplicable…
--
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