miércoles, 10 de abril de 2013

María Dolores León "Inexplicable, inexplicable"


                                               INEXPLICABLE, INEXPLICABLE
                                                       María D. de León
                                                      Madrid, 11.04.13
            Una brisa cargada de azahar  y jazmín hace ondear  mi túnica de gasa turquesa.  La melena tanto tiempo anhelada,  lisa y cobriza,  hasta la cintura, ondea  movida por el leve viento.  Levanto la cara hacia la luz: reflejos dorados enriquece los   matices de la piel y del tejido. Me gustaría una flor para el cabello.  Un lilium amarillo aportaría un contrapunto de color muy favorecedor. ¿Existirán en esta tierra de esmeralda?
            Desciendo  unas escaleras empinadísimas sin pisar los peldaños, a penas rozo los  cantos, como si me deslizara por una rampa invisible.  Sin duda así debe moverse el hada del Viento del Este. Lo más divertido resultan las vueltas: apoyando una mano en la
barandilla, salvo el descansillo de un salto.  Me siento tan ágil que no me pesan los kilitos ganados. Debe ser el aire tan puro; le tengo que decir a Juan que nos vendría bien venir con los niños. Me encanta la paz que se respira,  renueva el alma.
            Oigo voces y  pasos…  ¿Será posible? Me parece ver por allí, paseando del brazo,  a  Carmen y  a Manuel. Habrán venido a reponerse tras el accidente de aviación. .  ¡Que alegría…! Voy a darles un abrazo.  Diría que muestran una espléndida forma , sin aparentes secuelas físicas. Les  he tenido algo olvidados. Y… ¿dónde están? Se han esfumado; si se trataba de ellos, nos volveremos a encontrar por aquí: esto parece el paseo más transitado.  La gente transcurre lenta y con sosiego, luciendo vestiduras en  colores sutiles y elegantes. Me encantan los malvas y los índigo sobre todo: emiten ondas de  armonía y paz. Mas adelante me gustaría  entablar conversación con alguien. Aprecio en ciertos rostros rasgos familiares.
             La atmósfera  límpida y estimulante me impulsa a moverme,  a explorar. Nunca me había sentido tan vital. Hasta diría  que se me ha mejorado la agudeza visual. Como si no acabara de creerlo, no  me canso de repetirme el bienestar que me embarga en este lugar.  No debe ser muy conocido, porque nadie me había  hablado de semejante paraíso.  
             Sin falta,  tenemos que organizar una excursión. El pensamiento  vuelve a Juan: ¿le gustará mi nueva imagen? Seguro.  Siempre me dice: “Amor, deberías vestir exclusivamente de turquesa; es el color que más te favorece…”. ¡Es más rico…! He tenido mucha suerte; me comprende, me hace muy feliz. Gracias a su apoyo y  sacrificio me he realizado en mi carrera.  Sin complejos se ocupa de los niños y de la casa. ¡Me estan entrando unas ganas de abrazarle…! Tranquila, chica, si le acabas de ver en el desayuno… Cierto, pero   una necesidad imperiosa  me empuja hacia él. Percibo que también él piensa en mi con intensidad y desesperación.  Pobrecito mio, no quiero hacerle sufrir, debo dejar de juguetear como una adolescente y retomar mis responsabilidades. Volveré a repetir la escapada. ¿O no ha sido tal?
           
             Un golpe, chasquidos, dolor en los costados, pesadez…  Una mano aprieta fuerte la mia; no se da cuenta de que me hace daño. ¡Vaya un recibimiento!
            -- Ya vuelve, ya vuelve…
            La voz suena vacía de sentimientos;  pertenece a un hombre.

            -- Gracias a Dios. ¡Cariño, cariño..! ¿Me puedes oir? ¿ Cómo estás?

            Es Juan.

            Abro un ojo a penas;  lo clausuro de inmediato. Aquella luz fría me taladra el cerebro. El  perfume a flores ha sido sustituido  por  otro a desinfectante, nada sugerente. Me llevo la mano libre a la cabeza embotada: los rizos cortos se desparraman por la almohada.
 Al respirar  me duelen a rabiar  las costillas; el vendaje que las oprime es la única tela que me cubre . Un gato se ha debido ensañar con  la garganta: imposible hablar ni tragar.  ¿Dónde me han traído? No me gusta, quiero irme de nuevo.
            Juan me habla:
            -- ¡Amor, que susto me  has dado...!
           
            No me explico el tono de patetismo: sólo fue  una inocente escapada.
            El hombre  vacío  de sentimientos se empeña en informarme.
            -- Señora ha tenido suerte: su marido le ha roto tres costillas,  pero le ha salvado de morir asfixiada. Le hizo expulsar un trozo de …
           
            El individuo no se da cuenta de que no le escucho. Juan , no me gusta este sitio, vámonos. Quiero mostrarte un sitio maravilloso. ¡Vámonos los dos! De momento los abuelos cuidarán  de los niños…
             Por fin, ha entendido mis súplicas mentales.  Se inclina para besarme los labios; su cuerpo se apoya  sobre mío.

            Juan, arrobado, admira mi apariencia de Hada del Viento del Este. Él,  todo de blanco, me rocía de amor y bondad. Enlazados  por la cintura le guio  hacia las escaleras de mi primera experiencia en esta tierra esmeralda. 

            No les llega la voz vacia de sentimientos:
            --  Inexplicable,  dos infartos simultáneos;  inexplicable,  inexplicable…


           

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