miércoles, 3 de abril de 2013

María Dolores León "El perfecto confidente"


                                   EL  PERFECTO CONFIDENTE
                                            María D, de León
                                          Madrid,  03.04.13
           
            De lejos advirtió un hecho que le produjo gran perturbación: su banco estaba ocupado.
            -- La gente   ha perdido el respeto por el uso y las costumbres ajenas.  De todos es sabido que ocupo ese lugar de 12 a 14 horas.  Esta palomita y su pichón van a desalojar en seguida.

            Pérez y López ,solía hablar a media voz, para sentirse menos solo.  El anciano que pasaba en ese momento se detuvo, miró el reloj y le replicó: “Faltaría más, en seguida le informo de la hora.  Son  las 12.10”.
Sin inmutarse Pérez y López  introdujo la mano en la  bolsa verde y extrajo un tetrabrik  de vino. Tendiéndoselo repuso: “Justo la hora de echar un traguito”
Pretextando una tensión altísima y el colesterol por las nubes el hombre declinó la invitación. Cada cual retomó su andadura.
            A pasitos cortos y vacilantes trataba de alcanzar su  meta. El envase en la mano y el anchísimo abrigo hasta los pies le imprimían  una  majestad  de rey de copas.
  Desde el accidente todo se le había borrado, no obstante, por hábito, sin duda, mantenía un  porte digno. En el grupo de alcohólicos se murmuraba que había sido magistrado, corrupto, pero magistrado .Se le incapacitó hasta para ir a  la cárcel.
            El   abrigo/toga castigado por años de soles y lluvias se había rendido; dejó de luchar por mantener  el negro de origen y se avino al pardo oliváceo con toques de ala de mosca. A pesar del porte erguido, Pérez y López, había perdido estatura y por detrás la prenda a veces hacia quiebros de bata de cola.

            La joven del  cochecito de bebé estacionado ante ella, vigilaba con recelo  al individuo que la enfilaba. La melena  a mechones  apelmazados de un gris verdosos le provocaba picores en todo el cuerpo.  “Dios mio, haz que se aleje de mí.”, recitó con devoción  para sí.
            El exmagistrado, ajeno a la invocación, había llegado a su destino sin contratiempos.  La  saludó con cortesía y  sin rencor por la intrusión en su banco. El  sobrio “¡Güenasss!” no obtuvo respuesta. “Es que hay dias en que uno no hace carrera de la jodida lengua…” murmuró en un tono  que sonó a carraspeo.
            Inició  el  ritual de la colocación de los pertrechos: la bolsa de plástico verde  a la derecha, marcando frontera con  la “okupa”; el bote para los óbolos enfrente, en el suelo a una distancia que le permitiera estirar las piernas; al lado el  cartón con el mensaje.  La actividad le había dado calor y sed. Desabotonó el sobretodo y  se despatarró luciendo  canillas a tono de la prenda; las botas desvergonzadas sacaban la lengüeta.  Recuperó el valdepeñas  y se dispuso a saborearlo.
            La  mamá, sin fuerzas para levantarse había seguido con angustia creciente los manejos del recién llegado.  Ya  veía el ataque invasor de insectos que huían   de semejante   pelambrera buscando sangre fresca.  Invocó de nuevo al Altísimo sin resultados aparentes: aquel hombre había llegado para quedarse.  Emprendió  una serie de medidas de prevención básica: bajó la capota del bebé, se  encasquetó hasta las cejas el gorro y  subió la cremallera que precintaba el  chandal  de Carolina Herrera todo en malva. Esperó reponerse  abanicándose la nariz con la mano y de paso dar a entender al impresentable  que su hedor  la estaba mareando.
            Pérez y López dedujo que la joven también estaba acalorada.   
 Mostrando  una encía  escasa en piezas dentales, le  tendió el tetrabrik previa limpieza del orificio con  una mano que parecia robada a una momia.
-- ¿Gusta, joven..? Hace calor ¿verdad?

            Como una ballesta se  proyectó hacia arriba, tiesa  y airada.  Con paso elástico huyó empujando el carito no sin antes  lanzarle  al bote  un “¡Borracho!”. Por desgracia no atinó y la limosna  fue dando botes
hasta   un excremento de perro pequeño.
            Pérez y López  brindó por la tenencia en exclusiva  del banco.  Un pensamiento recurrente le afloró otra vez: “Esta gente instalada en el sistema cree que todavía existe el derecho de pernada”. Nunca venia a cuenta, pero se lo oyó a alguien y le había gustado.
             El entorno despejado aseguraba la discreción en cuanto a las confidencias a su distinguido amigo. En el tono habitual inició la conversación.

-- Por fin solos., mi dilecto amigo. Estaba ansioso por presentar a su sabio criterio las novedades.   No sé si habrá reparado en la renovación  llevada a cabo recabando participación ciudadana para mi mantenimiento. Me parece parco y de mucho calado. Ya conoce usted el dicho popular: “lo bueno si breve, dos veces bueno”. Se lo leo por si  no alcanza a verlo: “Pobre borracho terminal - Próstata fatal”.¿Qué le parece?
  ¡Calle, sé lo que  va a decir! A mi mismo, al escribirlo me impresionó; hablando en román paladino: “me acojoné” y usted perdone la rudeza de la expresión.
  Lo de pobre y borracho es evidente; terminal,  es cosa de tiempo. En cuanto a lo de la próstata, a ver a esta  edad quien no tiene averías en semejante parte.  Menos  las mujeres, claro…  Pues si señor, tengo grandes esperanzas puestas en  la nueva publicidad…
            Me parece Don Pelayo que voy a echar un sueñecito y luego charlamos más.  Le tengo que contar lo del refugio. Tienen empeño en que siga el programa de todo asiliado: ducha; corte de pelo y de uñas, incluidas las de los pies, imaginese; lavado de ropa; taller de manualidades... En caso contrario  emplearan  medidas represoras.
Parecen nazis, pero al revés: quieren amariconar a los indigentes; por ahí no paso. Tengo en alta estima su amistad. Reúne usted las cualidades del perfecto confidente: hablar poco y escuchar mucho.
¡Ah! Y eso de las manualidades solo con las damas….”

            La  risita de conejo  se funde en un amplio bostezo. La cabeza se descuelga contra el respaldo: los ronquidos ahuyentan a los pajarillos de la plaza.  

            El barrendero y el controlador de la hora  de la Plaza de Oriente sonríen señalando el cartelillo rotulado.

-- ¡Qué ocurrencia! No sé como Don Pelayo le aguanta el “rollo” todos los dias a este. Se ha buscado un confidente calladito.

Ríen

-- Como se entere el Ayuntamiento, igual pone una tasa por uso y disfrute del mobiliario urbano, Reyes Godos inclusive..

-- No des ideas. Solo me faltaba tener que contarolar a los “piraos” que aparcan sus reales en esta plaza.  Le voy a echar una moneda por solidaridad  de prostático.

-- Yo también, tio.

Satisfechos los empleados municipales  vuelven a sus quehaceres; faltan dos horas para el relevo.




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