lunes, 15 de abril de 2013

Maricarmen Colodrero "Imágenes subterráneas"


 Imágenes subterráneas

Abril 2013.

Es una hora de poco tránsito, escaleras y pasillos están en silencio a no ser por el zumbido y traqueteo de los descensos mecánicos.
En ciertos puntos se notan corrientes de aire que traen y llevan un desagradable olor a alcantarillas. Comienza a oirse una vivaz música de violín, su volumen se va incrementando a través de un pasillo recto. En el ángulo interior de la esquina un joven mal vestido ejecuta con algunas notas disonantes la Pequeña serenata nocturna.
El pasillo dobla a la derecha para desembocar en el andén, antes del cual hay otras escaleras por las que sube un hombre  renqueante.
Entre las dos vías hay instalada una pantalla que muestra imágenes de la moda del momento. La voz que sale de ella produce un bisbiseo que hace difícil la comprensión .
Una mujer de mediana edad se va acercando por el andén. Va hablando por un teléfono móvil con la vista en el suelo.
-¿Y que quieres que haga, a ver?.No voy a dejar a mi padre con la cocina inundada. Es una emergencia.
Se oye débilmente una voz de hombre que debe estar gritándole. Ella responde.

Eres su padre y no te vemos el pelo. ¡Alguien tendrá que ir a buscarle al colegio!
Hay una nueva interrupción que hace más audible al hombre al otro lado de la línea.La mujer contesta hablando a gritos
-Desde que nos hemos separado, ¿Te he pedido alguna vez algo?. Sólo tienes hasta el colegio tres paradas de autobús. Es tu hijo y yo estoy en un verdadero apuro.
La mujer está excitada y agita la mano libre con gestos que parecen dar ritmo a sus palabras.
Pero su voz ya no se escucha, ahogada por el estruendo de los dos trenes que van a coincidir en la estación.
El enorme gusano metálico se desliza desde la negrura del túnel aminorando la velocidad, acompañado de resoplidos similares al despegue de un avión.
Llega el convoy del otro andén y, por un momento se superponen los chirridos y sonidos agudísimos.
El vagón no está muy concurrido.
Con la rapidez de una tromba sale un hombre de piel oscura acompañado de un acordeón.
En el banco de asientos situado enfrente y a la izquierda, una joven, a la que la melena le esconde el rostro, teclea sobre un portátil.
En la misma línea, pero más adelante del tren, una pareja de mochileros en equilibrio se abrazan y morrean a placer, bajo la mirada desconcertada de una sesentona que ha decidido cambiar de asiento para no verles.
Hacia la derecha, al lado de las puertas recién cerradas están un hombre y una mujer .
-Así no podemos seguir – dice ella-, el pelma de tu hermano está empezando a sospechar.
-Te estás comiendo el coco sin necesidad. Mejor que yo no hay nadie que le conozca. Y te digo que tu marido está en Babia.
-Lo que yo te diga….Lo civilizado es que pongamos las cartas sobre la mesa y me separe de él. ¿o, es que ahora me vas a fallar….?.
Al hombre le suena el móvil. Mira el número y le dirije a la mujer una mirada significativa de que es respectivamente su marido y hermano.
-Estoy en la línea seis. He quedado con un amigo que, creo, tiene un asuntillo para mi.
A pesar de los diversos ruidos ambientales, es como si se abriera un hueco profundo de silencio.
-Vale… luego lo hablamos –finaliza él la conversación telefónica.
-¿Lo ves?. Está mosqueado – comenta ella.
-Ya veremos, mujer, no hay que precipitarse….
En la siguiente estación sube un ciego de mediana edad que no se sienta, sino que se queda al lado de las puertas.
La pareja que dialogaba se baja en la estación inmediata y el vagón queda ocupado sólo por los amorosos jóvenes que no cejan en su empeño, por la sesentona, la joven sin rostro y el ciego, el cual se apea tres estaciones más adelante.
El invidente deja a su espalda las puertas del vagón y anda hasta tocar la pared, Va tanteando con la pared a la derecha y cuando lleva andados unos metros se detiene y empieza a tocar con las manos el muro.
Por la escalera que viene de un pasillo paralelo a las vías, aparece una joven de aspecto algo raro: Una falda a media pierna muestra el evidente deterioro de la prenda. Va calzada con sandalias atadas como los romanos y cubre su busto con un top no muy limpio que deja al descubierto su estómago.
Tiene la mirada vidriosa y sus movimientos son algo inestables.
-O oye, señor, ¿Qui quieres que te ayude?.
El ciego a retrocedido un paso, probablemente porque la chica despide un  olor a alcohol.
-Estoy buscando el dispositivo de comunicación con los de seguridad.
-¿El dis dispositivo de qué…?.
-No se preocupe seguiré buscando, o quizá llegue otra persona. Gracias.
-¿pero, dime que te pasa, tío, te has perdido? – interroga la chica esbozando una sonrisa conmiserativa. Fíate de mi hombre… conozco bien el Metro.
El ciego intenta continuar su tarea de reconocimiento pero la joven le agarra del brazo.
-De déjame ayudarte, hombre. No so soy mala persona.
-Me he equivocado de estación. ¿En cuál estamos?.
-Vía Carpetana. ¿Dónde qui quieres ir?.
-A Puerta del Angel, tengo que cambiar de andén.
- Pues agárrate a mi y déjate lle llevar.
Él intentaba no darle conversación, pero ella empleó los diez minutos de periplo por los pasillos para contarle lo dura que era su vida.



FIN

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