PERO…¿ NO TE HABÍAS IDO…?
Un sobresalto me
despierta con los párpados pegados por un presentimiento de angustia
-- Son las 12, ¿a qué
hora piensas levantarte, baldragas?
No
puede ser ella, hace casi un año que
había partido.
--
Si, soy yo, gilí. Abre los ojos de una
puñetera vez. Sé que no duermes.
Por
inercia la obedezco. Allí está, en su rincón favorito, envuelta en sus chales, como una araña en su tela. Conserva la sempiterna mirada perversa, con chispitas de azufre.
--
Pero, ¿no te habías ido…?¿Qué haces
aquí?¿Cómo has entrado?
--¿Tu
qué crees…?
--
Te fuiste hace 364 días. No tienes derecho
a presentarte en mi casa así, sin
avisar, como si no hubiera sucedido
nada.
--
Oye cretino, esta casa es tanto tuya como mía. No hicimos separación de bienes, no nos hemos divorciado. Ni siquiera me has denunciado por abandono de
hogar… Eres un incompetente.
--¿Qué pasa, has
aprovechado estos meses para
matricularte en un cursillo acelerado de picapleitos matrimonialista?
-- No sé cómo has sido capaz, tu solito, de hilar semejante
frase presuntamente sarcástica. Te mantienes fiel a ti mismo: lerdo y vulgar.
¡Y guarro! Tenía curiosidad por ver la
cochiquera en la que habías convertido mi casa. Y digo bien: mi casa.
-- No te consiento que
me hables en ese tono, no te reconozco
ningún derecho sobre mi. Tu, aquí, ya no
pintas nada. La casa la tengo como me
sale de los cojones.
-- ¡Huy que mayor…! Pero
si eres un consentidor vocacional, so calzonazos. Eso que te cuelga entre las patas parece el pitirrín del Nenuco. Eras el hazmerreír de la empresa. ¿Nunca te
has planteado la razón de que un inútil como tú, conservara el puesto? Se lo debías a los trabajitos especiales que el jefe me solicitaba fuera de hora. El sí que disfrutaba de cantidad y calidad. Ahora
que caigo: hoy es lunes… ¿Por qué no has ido a trabajar?
-- Estoy de baja… Y te comunico: las señoras quedan muy satisfechas.
-- Las
sofronizarás previamente con la
peste de la cama y de tu persona. Esas
sábanos marroncillas, las recordaba amarillo limón. Así que ¿andamos con la depresión primaveral? ¡Ay! Que blanducho eres… Mi madre te caló en seguida: “Ese marido
tuyo tiene pinta de mariquita, siempre
quejándose y deprimido. Hija a ver si
con suerte se mete una super dosis de lo que sea. Viuda
con pensión, es el estado perfecto de la mujer…” ¡Cuanta razón! Por mi no te prives, lo que tengas que hacer cuanto antes mejor…
-- Tu madre era tan
bruja y tan zorra como tú. Entre las dos me habéis esclavizado, machacado, escarnecido, robado, mancillado,
ninguneado y… y… y más cosas; ahora no me vienen a la memoria.
-- ¡Ay, pobrecito
cuernazos! ¡Quejica de mierda! Espero
que esas pastillas de la mesilla sean para un buen fin. Por una vez,
haz algo útil: quítate de en medio.
No quiero oírla. La pesadilla
de tantos años se repite, punto por
punto. Su risa de hiena, sin compasión, me taladra el alma.
-- Mi madre repetía: “ No te hagas ilusiones nena. En caso de decidirse, optaría por píldoras, como las mujeres. No esperes nada espectacular. En mis tiempos, aquellos hombres tan machos, si que sabían suicidarse. El tiro en la boca nunca les fallaba. .”
-- ¡Basta, cállate so
puta! No te soporto más. ¡Cálla! Regresa
al lugar de donde nunca debiste salir. Satanás te estará echando en
falta. ¡Juro por mi honor,e nunca más permitiré
que vuelvas a torturarme, enviada
del Averno!
Durante toda mi vida de casado había soñado
con decir esas palabras. Ella, pillada por sorpresa, es incapaz de emitir el “¡imbècil!”, listo
para cruzarme la cara. El flujo de
maldad cesa, interrumpido por la
sorpresa. Su presencia empieza a fundirse en la mancha de humedad de la pared.
-- Por cierto, son las 12.30. En este momento se
cumple un año de la muerte de tu jefe. Nadie se explicó como pudo estrellar el coche en aquella carretera de La Mancha. A ti te encontraron en una postura no muy decorosa para una muerta. Cada cual a
su mundo, chica. No te molestes en volver. Te comunico, para tu satisfacción
que acabo de tomar una sublime decisión:
voy a vender el piso. Me iré a Costa
Rica. Quiero vivir una tórrida historia
de amor.
Por primera vez, yo había
pronunciado la última palabra.
¡Que curiosa esa mancha de moho en el techo! Parece una
mano cornuda; hasta hoy no había reparado en ella.
18.04.13
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