miércoles, 17 de octubre de 2012

Textos antiguos: Carmen Andrés "Arena del desierto"


                                            ARENA  DEL  DESIERTO

Finales de junio. Era el último día que Dña. Lupe daba clase a los niños del pueblo. Llegó a él siendo muy joven, allá por los años 50 y poco a poco habían transcurrido casi 40 años. Conocía a todos y cada uno de los 500 habitantes de la comarca. En muchas ocasiones había pensado plantearse un cambio para su vida: pedir traslado a otro pueblo ó a una capital, preparar oposiciones a un ministerio…cualquier cosa que la permitiera cambiar de panorama. Pero a la hora de la verdad, nunca se decidió a intentarlo seriamente. ¿Fidelidad al pueblo?. ¿Comodidad?. ¿Poca motivación…?Qué más daba. El caso es que allí estaba Dña. Lupe, en su último día de clase, despidiéndose de los niños para las vacaciones de verano y ya para siempre.
No estoy triste, se decía mientras caminaba hacia su casa. Tampoco estoy alegre, seguía reflexionando. Entonces…¿cómo estoy?...Vacía, creo. Eso es: vacía. – ¿ Hay algo, Lupe, que desearas hacer, experimentar, lograr, vivir, en estos momentos, para salir de tu letargo?. Bueno, solo hay una cosa que a veces he deseado intensamente: caminar por el  desierto, en Egipto, contemplando de lejos las Pirámides. Dejar resbalar su suave arena por entre  mis dedos, como una caricia de mar ardiente que cubra los poros de mi piel, para que transmita su calor a mi corazón aterido.
La experiencia de Lupe estaba resultando increíble: grupo interesante, circuito muy bien organizado, guía amable, culto y encima guapísimo…todo tan estimulante…!. Mañana irían a la zona más alejada y misteriosa: las grandes dunas. Una  excursión opcional, que dolo aceptaron cuatro componentes del grupo: una pareja de mediana edad, un chico de unos 30 años con pinta de eterno estudiante y ella.  El trayecto discurría entre colinas de perfiles y colores cambiantes, que oscilaban desde el amarillo intenso hasta los ocres y grises. El cielo, blanco y casi transparente, sugería un más allá de mundos luminosos y etéreos…Entonces el todo terreno giró bruscamente, patinó, volcó  y quedó invertido, semienterrado entre las suaves arenas del desierto.
Cuando el helicóptero de salvamento  dejó a los heridos –ninguno, por fortuna, mortal-, en un hospital de El Cairo, a pierna derecha de Lupe estaba casi destrozada: varias  fracturas de tibia y peroné, con acusada pérdida de tejido. Intervención urgente y post operatorio difícil pero satisfactorio.  A los 20 días del accidente pudo regresar a España, con la perspectiva de un largo, quizá largísimo periodo de convalecencia y rehabilitación.
Es curioso, pensó Lupe al sentarse agotada, tras su hora diaria de ejercicios en el gimnasio. Precisamente ahora, que estoy coja y hecha polvo, me siento bien, me siento viva!. Pienso en la arena ardiente del desierto resbalando entre mis dedos, y noto como su fuerza caldea mi corazón…


FIN
 

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