FIESTA INFANTIL
María
D, de León
10.10.13
-- Marina,
no olvides el regalo de Alicia.
Se dirigen a casa
de la amiga: hoy cumple 7 años. Marina piensa en la tarta:
“¿Será de chocolate y con velitas de
colores? La mía la quiero rosa y las
velitas también…Este año las apagaré todas …”. Del paquete envuelto en papel de
colorines brota un “hi, hi..” seguido de otro “jui, jui”.
-- ¿Estás
segura de que ese bicho es lo que ella desea…?
-- ¡Claro!
Su mamá no la deja tener mascotas de verdad…
La hermana mayor abre la puerta y
tras ella, emergiendo del griterío infantil, aparece Alicia corriendo. Antes de dar besos toma el regalo que con el tejemaneje se ha
activado; nerviosa rasga el envoltorio.
Encantada ante la especie de rata blanca de hocico rosa,
llama a los amigos.
-- Mirad,
mirad que guay. Habla y todo…
El
animalillo mecánico corretea por la habitación, emitiendo sus “hui, hui” y
“jui, jui” cada vez que choca con algo.
En tropel, los pequeños invitados, se unen a
la nueva diversión; improvisan obstáculos para ver la habilidad del juuete en
esquivarlos.
Con aire
desorientado, en el quicio de la puerta del comedor
aparece un payaso. La
versión renovada de Charlie Rivel, sostiene en la mano un globo azul, embrión del perro fallido. Despojados de su
público ambos se desinflan poco a poco.
Sin querer hacer patente el desasosiego, desde su puesto trata de descubrir al
pequeño contrincante. “Un simple animal
a pilas… El hombre, aquí también es desplazado, anulado por la tecnología…” Asocia aquella escena a su estado laboral. No sabe si será capaz de terminar; hasta los
críos se van a dar cuenta de su ineptitud. Resignado piensa en otro fracaso a
añadir a la lista. La leve camiseta le
pesa como una armadura.
La madre de
la pequeña anfitriona, ante el mal
aprovechamiento que se está haciendo del contratado, llama a los niños al
orden:
-- ¡ Niños,
niños! Dejad a la rata descansar. El señor payaso me acaba de decir que os ha visto las orejas y la cabeza llenas de chocolatinas.
La
chavalería acude al reclamo. La madre de Marina, sonriendo se asoma para asistir al número. Se fija en aquel
hombre; le parece mas desvalido que cuando llegaron, lacio como una planta sin
regar. La camiseta roja, realza la
típica tripilla “cervecera”, como la de
Daniel. Daniel…A él también le gustan
los juegos de magia aunque se le dan fatal. Tras el despido se ha refugiado en
este tipo de entretenimiento. Lleva unas
semanas que lo nota raro. Alega entrevistas de trabajo para no ir a buscar a la
niña al colegio…
El bullicio
la devuelve a la fiesta. Como les habían anunciado, el falso Rivel recupera de orejas y narices, chocolates bajo forma de monedas de oro. Su hija parece tan encantada como los demás. De
pronto, la sonrisa se le cuaja en una mueca: el reloj del payaso… “Ese reloj…”
En un viaje de trabajo le había comprado
en Milán, uno idéntico a su marido… Es
él… Reza: “Que la niña no se dé cuenta,
que la niña no le reconozca…” Con la voz húmeda
llama a su hija:
-- Marina,
cariño, nos tenemos que ir. Le prometí a la abuelita que pasaríamos a verla….
Sin
rechistar, la niña se levanta del suelo, se acerca al clown, le murmura al oído y le besa. Éste le ofrece una de las mariposas que se
balancean en su sombrero. La lágrima pintada palpita, toma volumen y rueda
lenta y pesada. Del bolsillo saca un
interminable pañuelo verde pistacho,
restaña el inoportuno líquido y
empieza a llorar como un cachorro. Los
chiquillos encantados con el nuevo juego, se lanzan
sobre él, unos para consolarle, otros para pegarle e incrementar los lloriqueos. Cada uno recibe una mariposa. Cuanto más
grita y llora, mayor es el regocijo. El pañuelo no tiene fin. Aplauden
encantados hasta el anuncio de la tarta
que por cierto es de yema bien amarillita.
Marina y la
madre no llegaron a ver el final apoteósico. La
niña, con su mariposa prendida en el pelo, se entretiene, con los chuches de la fiesta. A la madre todavía
le escuecen los ojos; se pregunta si le habrá reconocido.
-- Marina,
¿qué le dijiste al payaso cuando nos
fuimos?
-- Que
hiciera a los niños el trupo del conejito; es el que mejor le sale…
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