miércoles, 27 de noviembre de 2013

Maricarmen Colodrero "¡Feliz año nuevo!"


 

¡Feliz Año Nuevo!

 

Mari Carmen Colodrero

Octubre 2010

Puente aéreo Barcelona-Madrid, jueves, 30 Diciembre 2010.

Ya no soporto más. Tengo que confesárselo todo a Damián.

En estos términos las palabras silenciosas expresaban fielmente

el estado de ánimo angustioso de Raquel, que terminó de

acomodarse en el asiento de la ventana.

Su compañera de viaje era una señora de unos sesenta y algún años

que desde que ella entró por el pasillo, no le había quitado ojo,

y que ahora sin la menor delicadeza, se volvía hacia ella,

echándose para delante, con el fin de observarla más de cerca y

con mayor intensidad.

Fastidiada y con tono corrosivo, Raquel se le encaró:

- Señora, ¿Quiere Usted algo de mí, o llamo a la azafata?

- No, nada... -respondió la viajera con un retintín que a Raquel

le sonó como una amenaza.

Solucionada esta incomodidad le dio completamente la espalda,

como si en la pista pasara algo interesantísimo.

Estaban retirando la escalera de embarque y dos jeeps

evolucionaban en las cercanías con algún objetivo desconocido.

Desde luego los pensamientos de nuestra amiga no iban por esos

derroteros. La frase : "Tengo que confesárselo todo a Damián"

vapuleaba sus neuronas bloqueando cualquier otra idea.

Cuando dieron la orden se abrochó el cinturón y volvió a ponerse

cara al cristal, con el bolso entre ella y el fuselaje. La

postura resultó ser bastante molesta pero Raquel no estaba para

fijarse en esas cosas.

Por fin su cerebro se había deshecho de las palabras obsesivas y

se concentraba en un monólogo interior de esta manera:

-Dos veces he repetido el test de embarazo. No existe la menor

duda, la duda crucial que destroza nuestra felicidad, es quién es

el padre. Me parece que se van a cumplir cinco meses desde que dejé de

tomar la pastilla. Mi idea era darle a Damián el sorpresón del

embarazo y ahora lo que le voy a dar va a ser el mayor disgusto

de su vida. Todavía no me explico cómo esto ha podido pasarme a mi. ¡Imbécil, imbécil y mil veces imbécil!. ¿Quién me mandaba a mi mantener, lo

que yo creía una amistad, con un tío tan atractivo en todos los

aspectos, realmente subyugante, tan educadísimo y atento?

¡Mema, más que mema! ¡Pero si ni siquiera estabas enamorada de

Ricardo! Teniendo como tengo, esperándome siempre, al hombre de mi vida, que es lo más bueno y más dulce de mi existencia, que está loco

por mi, que está deseando ser padre, que me cuida como a las

niñas de sus ojos... Que está hasta el gorro de estas idas y venidas mías a Barcelona. ¿Qué le voy a decir para no perder su amor?

Una solución sería abortar, pero no tengo valor. Esa idea hace

que me sienta repugnante.

Delante de ella las luces de la gran ciudad le hacían guiños a

través del cristal y de dos lagrimones que amenazaban con

derramarse.

De modo maquinal sus manos comenzaron a buscar en el bolso el

paquete de "clínex". Sus dedos rozaron con rapidez un sobre

abierto. Recordó que era la carta de Damián, que había sido

escrita la misma noche en que ella volaba a la Ciudad Condal.

Esto agravó el deseo de llorar.

¡Por fin habían aparecido los pañuelitos! Sacó tres de un tirón

y procuró disimular sus convulsiones respiratorias dando unas

tosecitas de vez en cuando.

Detrás de ella sintió cómo aquella mujer se removía en el

asiento.

Tristísima y desconcertada, como el náufrago que, después del

desastre, se agarra a cualquier cosa que le pueda mantener a

flote, así sacó y desdobló ella la carta de Damián, cuidando de

no mojarla con el papel enjugante de su dolor:

Madrid, domingo 26 Diciembre 2010.

Amada mía: Te va a extrañar recibir esta misiva, ya que hace tan

poco tiempo hemos estado juntos. Hay ciertas cosas que  se toman

más en serio si se ven escritas, que sí se hablan por teléfono.

Porque lo que es la opción presencial no me da resultados; en

cuanto abordo ciertos temas me envuelves en bromas, chascarrillos

y mimos que me distraen y prorrogan que nos enfrentemos con las

cosas fundamentales de nuestra relación.

La posición económica  que tenemos, aún contando sólo con mi

aportación de la Consultoría Empresarial, nos permitiría tener

dos niños.

Hace cinco años que vivimos juntos. ¿Qué pretendes, que se nos

pase el arroz?

Yo te comprendo, vida mía: Que te ilusiona ser una empresaria

emprendedora, que te realizas y todo eso... de lo que yo

también me siento muy orgulloso. Pero, reflexiona, por favor

reflexiona...

¿No tienes bastante con la fábrica de pantalones de Fuenlabrada?

¿Para qué quieres la de Poble Sec?  ¿Tan importante es para ti la

producción de camisetas de algodón?  ¿O es que prefieres tirar

por la ventana la Felicidad?

Esto de que te vayas en semanas alternas a Cataluña lo llevo cada

vez peor. Cuando estás no me acuerdo de lo mal que lo he pasado,

ni de lo mal que lo voy a pasar cuando vuelvas a irte. Además

llevo unas semanas desasosegado e inquieto. Ya sabes que nunca he

sido celoso, pero es que ahora se me pasan por la cabeza unas

ideas... de manera que no recupero la tranquilidad hasta que no te veo entrar por la puerta.

Despídete de los anticonceptivos. En horas extras vamos a

encargar la criatura más bonita que puedas imaginar.

Piensa en todo esto y en cuanto te quiere tu

Firmado: Damián.

Los murmullos del pasaje y el zumbido de los motores eran, para

Raquel, algo extraño y lejano. Las manos y la carta estaban

lánguidas sobre el bolso y cuando levantó los ojos, ante si todo

era oscuridad. Así de negro se le apareció el futuro.

Con lentitud recogió la carta. Estaba guardándola en el bolso, y

sus dedos  encontraron otro sobre, pero este se hallaba  cerrado.

Lo sacó y se dio cuenta de que además de no llevar franqueo,

tampoco tenía nombre de remitente.

¡Ah!, esto fue lo que le entregó la jefa de Administración, lo

había llevado un mensajero, el cual insistió en entregarlo en

propia mano. Después de efectuar una llamada, se lo dio a Montse

repitiendo una y otra vez que era muy importante.

Barcelona, miércoles, 29 Diciembre 2010.

Raquel, preciosa: Por favor, no rasgues estas cuartillas sin

leerlas, porque lo que tengo que decirte es la clave de tu

tranquilidad. No habrías aceptado una cita explicativa y, además, me voy a

Francia por unos meses.

Estoy actuando por completo en contra de mi costumbre, pero es

que me has llegado al corazón. Eres una corderita linda capaz de

creer en la amistad de un hombre como yo, cuando lo que soy es el

lobo feroz.

Desde el primer día, (en mi libreta figura el 13 de junio) al

conocernos por casualidad, es decir que yo te había ya echado el

ojo, lo tuve muy claro: "Esta no se me escapa".

Luego todo fue cuestión de paciencia y estrategia. Crear

un ambiente de intereses culturales e intelectuales, agradables

visitas turísticas, etc... dejando para el final lo más

importante.

Seguro que recuerdas que aquella tarde (21 de Octubre) fue la

primera en que te propuse salir de copas, conocer el ambiente

nocturno, otro aspecto de la metrópoli...

En los bares me conocen, y cuando tu insistías en no consumir

alcohol, ellos ya sabían que bebidas eran las adecuadas. Sin

darte ni cuenta te zampaste el equivalente a siete mojitos de

ron. Ese era el momento para que tomases una combinación

refrescante, (a esas alturas ya no distinguías) ,que fueron dos

"pippermints frappés".

Yendo para mi casa estabas graciosísima, me contaste con detalle

parte de los "Diez mandamientos". Con el paso del Mar Rojo te entró la risa contagiosa y al entrar en el dormitorio estabas absolutamente en Babia, y tus reacciones eran de lo más alagüeñas. Habíamos superado los prolegómenos, cuando sin venir a qué, me

cogiste la cara y repetías: “Damián, mi Damián”.

Nunca me había pasado cosa semejante y fue terrible: Mi virilidad

sufrió un colapso repentino y mi estima personal quedó hecha unos

zorros.

Durante las doce horas siguientes, tu sueño fue un ejemplo de

placidez, mientras que yo, al principio, tenía un cabreo que me

tuvo una hora dando vueltas por la casa, como un león enjaulado.

En las dos horas siguientes fragüé con frialdad la venganza

adecuada. Luego dormí, como pude en un sofá.

Al despertar y tomar conciencia, medio liada en la sábana, dabas

vueltas, como una loca, por la habitación gritando: ¡¿Qué has

hecho, Raquel, qué has hecho?!.

Te paraste en seco para preguntarme temblorosa:

- ¿Qué ha pasado?

-Lo que tenía que pasar, pasó -respondí circunspecto.

-¡Pero, ¿habrás usado preservativo?! -inquiriste alarmadísima.

- No tengo esa costumbre -respondí, saboreando el momento.

Es imposible reproducir con palabras coherentes, tu estado de

nervios y el vocabulario utilizado.

Has tenido muchísima suerte. Estate completamente tranquila, no

pasó nada irremediable.

Si estás embarazada, desde luego no es mío.

No creo que nos volvamos a ver. Que seáis muy felices.

Firmado: Ricardo.

P.D.: Destruye la prueba. No siembres la duda en Damián. Tu único

pecado es el de ingenuidad.

Una laxitud liberadora la mantuvo semiinconsciente un ratito.

Al ver pasar a la azafata, preguntó:

-¿Señorita, todavía me da tiempo a ir al servicio?

-¡Jesús, Señora!, está usted muy pálida. La voy a acompañar, no

sea que se desvanezca.

Ante la mirada atónita de la azafata, Raquel dijo:

-¡Estoy contentísima, tengo unas náuseas estupendas!

A su espalda oyó una vocecita impertinente: ”Ya lo sabía yo. La

que a mi se me escape...”

 

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