lunes, 13 de mayo de 2013

Juan Carlos Coronel "Las buenas compañías"


LAS BUENAS COMPAÑÍAS
   Cayetano Azcona, revisa la que había sido su mesa de trabajo durante los últimos veinte años, en una bolsa de deporte, va introduciendo sus enseres, carretes, el bolígrafo Parker, algunas fotografías inéditas, y la joya de la corona, su Verlysa Starr, y el zoom, que tantos eventos habían compartido en todos aquellos años. Miró a su alrededor y con un resto de amargura se despidió de la que había sido su
casa durante tanto tiempo.
   Se había iniciado en el mundo de la fotografía deportiva, por la gran afición que sentía por ambas cosas, Santiago Benítez, lo tomó como ayudante, le enseñó los trucos del oficio, y cuando consideró que el joven Azcona estaba lo suficientemente preparado, se lo presentó al director del diario.
   -Mira Eugenio, te presento a tu nuevo fotógrafo, confía en él te lo he preparado a conciencia.
   -¿que edad tienes chaval?
   -veintitrés años.
   Poco a poco Cayetano se fue ganando la confianza de sus superiores, sus fotos eran originales, tenían un toque especial, sabía captar el momento idóneo, eran inconfundibles.
   En 1970 es enviado para cubrir el mundial de Méjico, allí conoció a un fotógrafo argentino llamado Lautaro Acosta, entre ambos se fraguó una gran amistad.
   Todos los grandes eventos deportivos eran inmortalizados por la cámara de Azcona, presenció las batallas libradas por Ángel Nieto,
las gestas de Luis Ocaña, la formidable paliza que Carlos Monzón dióa a “mantequilla Nápoles “en definitiva los mejores eventos deportivos eran captados por su cámara.
   Todos estos recuerdos le acompañaban en su paseo por Recoletos, a la puerta del Prado, una larga fila de turistas, aguardaba su turno
para visitar la pinacoteca. Un hombre de pelo cano llamó su atención, se acercó, tocó uno de sus hombros y el hombre se volvió.
  -¡Cayetano!, ¿cómo andas?
   - Bien Lautaro, y tú, ¿qué haces en Madrid?
   -Sabes que el calor de Buenos Aires no lo soporto, mira llámame esta tarde, estoy alojado en el hotel Tryp Menfis.
   En el hall del hotel, volvieron a abrazarse los dos amigos, pasearon durante un buen rato por Gran Vía, contándose sus recuerdos y decidieron llegar hasta el Gijón.
   -Bueno contame, cómo anda la cosa por acá
   -Mal Lautaro, mal, esta misma mañana me despidieron del periódico
   -¿Cómo que te despidieron, te mandaste alguna macana?
   -No, para nada, solo que quieren gente joven la nueva ola
   -Pero qué nueva ola ni que carajo, vos tenes talento, sos un gran fotógrafo
   -Pues, ya ves, con 43 años estoy en la puta calle.
   -Te quedó algo, una paga
   -La indemnización por despido y dos años de paro
   -Anota mi número de Buenos Aires, yo vuelo el veinte por la noche, cuando pase todo este quilombo de fiestas, llámame, ¿listo?
   Ambos hombres se despidieron, el ocho de Enero, sonó él teléfono de Lautaro, en su casa de viamonte.
   -¿Hola?
   -Soy Cayetano
   -¿Tenés pasaporte en regla?
   -Sí.
   -Toma un vuelo para acá, te tengo un puesto en Ole
   -¿Seguro?
    -Dale, gallego, no te demores
    Dos días más tarde Cayetano Azcona salía de Barajas, la buena amistad con un colega de profesión había salvado su futuro.
    Cuando las ruedas del aparato dejaron de rodar por la pista, nuestro hombre no miró atrás, sólo al frente… Iba para volver a estar a pie de césped…


 FIN

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