lunes, 20 de mayo de 2013

Maricarmen Colodrero "Escándalo"



Escándalo
16 mayo 2013.

Si, en efecto comenzó siendo una boda poco habitual. Ello se debía a varias circunstancias: Los padres de los novios aún no se conocían, sólo habían hablado por teléfono.
Esperanza y Pablo, padres de la novia, Ana,  vivían en otra población muy alejada y llevaban varios meses inmersos en una desgracia familiar consistente en la hospitalización prolongada de sus respectivos madre y padre. O sea , la madre de Esperanza y el padre de Pablo . O lo que es lo mismo: la abuela materna y el abuelo paterno de Ana.
Por eso ante la puerta de la parroquia estábamos todos expectantes, aguardando el momento en que Esperanza y Pablo aparecieran.
El que estaba más nervioso era el señor cura porque se le iba a juntar esta boda con la siguiente.
Pero por fin llegaron a tiempo.
Yo, como amigo íntimo de la familia de el novio, Pedro, me encontré en medio del barullo murmulleante de presentaciones y justificaciones del retraso.
Por eso pude ver con detalle las reacciones de unos y otros: Ramón, padre de Pedro, tenía mala cara y a duras penas mantenía el protocolo.
Esperanza y él se habían mirado de una manera... que a mis ojos fue rara. Como si no supieran cómo reaccionar. Cuando por fin se dieron la mano, las tuvieron unidas demasiado tiempo, tanto es así, que las miradas de los de alrededor preguntaban sin palabras : ¿Qué está pasando?.
Gracias a Dios los asistentes no eran muchos. Los familiares de segundo grado y los amigos se mantenían en el círculo exterior, con escasas incursiones en el núcleo de la efeméride.
-Papá, estás rojo, como si tuvieras un sofocón. Peor hubiese sido si se te casara una hija – le decía Pedro a ramón.
Entonces vimos cómo mi amigo palidecía de súbito.
-Estás necesitando un poco de mi reconstituyente. Anda dale un chupito a la petaca de brandi – le dije sac´ándola del profundo bolsillo del pantalón.
La verdad es que yo estaba preocupado, las personas principales del evento se comportaban ignorantes de las normas mínimas en estos casos.
Esperanza y Pablo estaban en un têt a têt inoportuno: ella estaba todavía más pálida que su consuegro y su esposo la miraba casi boquiabierto.
Las únicas que mantenían una actitufd conveniente, aunque no usual, eran Maite, la madre del novio con su futura nuera. Ellas por lo menos sonreían y tenían la tez algo arrebolada por las emociones.
En esto, salió el coadjutor.
-El señor párroco está esperándoles en el altar. Si son tan amables de pasar al templo………A todos se nos puso cara de niños cojidos en falta, pero con cierta torpeza y poca velocidad se formó la comitiva nupcial y sonó la música de un armonio con ritmo vivaz.
Como es costumbre iniciaron la marcha Ana enlazada a Pablo, a continuación Maite con su hijo Pedro, hacia quien volvía con regularidad un rostro alegre
Esperanza y Ramón les seguían sin agarrarse del brazo y no dejaron de hablar durante el trayecto hasta el pie del altar.
Como yo iba detrás de ellos, encabezando el grupo de los asistentes, pude ver sus perfiles desencajados que se volvían con frecuencia al otro.
Tan sólo me llegaron fragmentos de lo que decían, fragmentos que mas adelante me completaría mi amigo.
“Es mi única hija”.
“Hay que pararlo”.
En el primer banco de la derecha, delante de mi, estaban Maite yRamón. La inquietud hacía estragos en el cuerpo de él que a menudo se pasaba las manos por la cara y la cabeza.
Maite le recriminó : “¡Por Dios! ¿Quieres estarte quieto?”.
En el reclinatorio al otro lado del pasillo Esperanza y Pablo se hallaban inmersos en un conciliábulo del que no se entendía nada pero que producía un zumbido molesto  y más intenso que el suave siseo del resto de los concurrentes.
-Hermanos en Cristo, os ruego guardeis el debido respeto para que podamos celebrar el sagrado sacramento del Matrimónio.
Se hizo un silencio absoluto.  El tiempo se detuvo.
Las palabras del sacerdote sonaron, de pronto, solemnes y amenazadoras:
“Si entre los presentes hubiese alguien conocedor de algún impedimento para llevar a cabo esta unión, yo le conmino a que hable ahora o calle para siempre”.
La voz desfigurada de Ramón se repartió reverberante por la iglesia:
“Yo soy el padre de la novia”.
La respuesta nerviosa y aguda de Maite fue inmediata:
“Estás loco”.
De los bancos  surgieron exclamaciones, las maderas crujían . Las manos tapaban las bocas para ahogar la desagradable sorpresa.Muchos se tapaban el rostro para no ver, y, en todos los ojos  destellaba un sentimiento de reprobación.
Los novios se habían vuelto hacia los asistentes.
-A tu padre se le ha ido la olla- dijo Ana.
Esperanza y Pablo salieron de su banco y en ese momento Ramón se desplomó, con las piernas dentro del reclinatorio y el torso en el pasillo.
-¡Un médico! –gritó Maite- ¡Señor qué desgracia!
Las dos mujeres y Pablo se precipitaron sobre el cuerpo desmadejado.
Varios hombres tendieron al desmayado sobre la dura madera. Apareció un médico pero sin útiles de su oficio. practicó los auxilios más elementales. Tenía pulxo. Se recuperaría.
Yo volví a sacar la petaca de brandi.
Los padres de la novia se dirigieron hacia ella y en pocos momentos los cuatro estaban llorando.
El sacerdote petrificado, tardó en reaccionar y , cuando lo hizo,  dijo:
“Esperemos a que vuelva en si y se explique”.
 Entonces respondió Esperanza:
“Ha dicho la verdad. Mi familia no consintió en que nos casáramos. Le echaron del pueblo. Él no tuvo culpa de nada”.
Pablo abrazaba alternativamente a su mujer y a su hija.
Pedro se había quedado mudo y no podía dar un paso.
Ana se volvió a Pedro, los dos se miraron desconcertados y tristes.  Con las mejillas mojadas se tomaron por última vez de las manos.
- Ahora, ¿Qué voy a hacer sin ti?.
-Y, ¿Qué será de mi vida sin ti, pero con tu recuerdo?.
Los dos se abrazaron gimiendo su dolor.
El sacerdote llegó a toda prisa para separarlos.
-Lo principal es que se ha evitado que , sin saberlo, cometiéseis un pecado abominable . La misericordia del Señor permitirá que rehagais vuestras vidas.
-Vamos a ver si Ramón se encuentra mejor –dijo Esperanza, mientras desacía el abrazo de los dos jóvenes.
Entre exclamaciones de ¡Dios mío!, ¡Mamá!, e ¡Hijo mío!, Maite y Pedro lloraban abrazados.
Ana reposaba su cabeza sobre el pecho de su padre mientras Esperanza le acariciaba la cabeza susurrándole palabras de cariño y consuelo.
Ramón comenzó a despertar. Entre varios le sentamos con las piernas hacia el pasillo.
Tras un momento de inmovilidad y desconcierto comenzó a verter un torrente de lágrimas mientras decía con voz entrecortada:
-Perdón, perdón a todos, en especial a ti , hijo mío, y a ti , Maite,no creo que podais perdonarme.
Se llevó las manos al rostro para llorar en abundancia.
Los pañuelos de los hombres de alrededor se le ofrecían para enjugar su pena.
Maite fue la primera en darse cuenta de que la mitad de los congregados habían desaparecido.
-¡Qué vergüenza…. Qué vergüenza!
Esperanza se acercó a ella:
-Tu marido sólo te ama a ti. Lo nuestro sucedió hace ya mucho tiempo. Olvida y perdona.
-No creo que pueda…¿Cómo ha podido ocultarme algo así durante tantos años?.
-Para no perderte. Mi padre y mi madre se portaron con él de modo muy injusto. Ramón es un hombre bueno que te quiere.
Padre e hijo derramaban sus lágrimas al unísono.
-Perdón,hijo mío, perdón.
Pedro no respondía , sólo gemía.
-disculpen –intervino el señor cura-, lo siento, pero deben abandonar el templo, los de la boda siguiente llevan esperando cinco minutos y este no es lugar apropiado para sus expresiones de congoja y lamentos. El Señor les acompañe.
Lo más rápido que pudimos salimos de la iglesia.
Fuera del edificio los seis hubieron de soportar el murmullo de las conjeturas de desconocidos, ya que no salía una nueva pareja feliz, sino dos tríos de ojos enrojecidos.



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