Reinserción
24 mayo
2013.
A su
espalda quedaba ahora la verja con sus vigilantes y, más al fondo, el gris
edificio de cemento donde había pasado los últimos cinco años.
Sentía
como cada paso que daba sobre aquella triste carretera, le acercaba un poco más
a la verdadera libertad.çççsabía lo que era estar hundido en la
irresponsabilidad, sabía lo que era luchar día a día por rescatarse del vicio
de la cocaína. Sabía lo que significaba estar sólo y añorar el amor de su mujer
y sus dos hijos.
En su
mente se entremezclaban escenas de su vida anterior con lo que ahora era la
urgencia de vivir y adaptarse.
Podía
distinguir con nitidez las caras de sus antígüos compañeros, cuando la vida se
le ofrecía sin que supiese valorarla. Cuando el dinero se le venía a las manos,
casi sin esfuerzo. Cuando su objetivo prioritario era el placer, la insana
necesidad de experimentar sensaciones nuevas.
Ahora
llevaba ciento cincuenta euros en el bolsillo y en su corazón la esperanza de
que le aceptarían en su nuevo trabajo,
el deseo de portarse bien y no recaer.
Porque
ese dinero lo había ganado trabajando en el penal y había dedicado mucho tiempo
a formarse como fontanero. ¡Él, que había sido uno de los analistas
informáticos de más éxito!.
Su
arrepentimiento era total, pero, aún sentía un escalofrío repasando sus delitos
para procurarse la droga. Porque cuando vació la cuenta bancaria familiar, empezó
a hacer maravillas con los códigos de acceso y a trasvasar euros a su cuenta
especial.
Casi se
le había olvidado cómo era eso de coger un autobús, llevaba dinero suelto, pero
tendría que comprarse un metrobús para que no le saliera tan caro el
transporte.
Y
debería comer algo a media mañana, ya que el repugnante café con leche de la
cárcel, unido al nerviosismo del momento, le habían dejado sensación de vacío
en el estómago.
Entró
al establecimiento en cuyo frente se leía: Saneamientos Ruiz.
Detrás
del mostrador un hombre calvo y lleno de arrugas le ratificó que era con quien
tenía que entrevistarse.
-Llegas
en el momento oportuno. Acaba de llamar una señora que tiene atrancado el
desagüe de la cocina.
-No
tengo instrumentos de trabajo.
-Con
eso ya contaba. Ven conmigo.
Aquel
hombre, que sería su jefe, parecía buena persona.
-¿Tienes
alojamiento para pasar la noche?
-Estoy
en libertad condicional. Tengo que volver a dormir a la cárcel.
Fue un
trabajo sencillo y rápido, tuvo cuidado de dejarlo todo recogido y limpio.
No era
gran cosa pero se sintió reconfortado, con un optimismo que era como un milagro.
Mientras
recogía y la señora le pagaba notó que la cocina despedía calor y, lo que vino
luego le hizo creer que era un hombre nuevo.
El olor
del pan recién horneado le trajo el recuerdo de su niñez.
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