sábado, 16 de febrero de 2013

Juan Carlos Coronel "Sol y sombra"

SOL Y SOMBRA

Dos viejas cortinas, unidas en mitad del ventanal, daban a la habitación, una agradable semioscuridad, requerida por su
morador. Entorno a la hora convenida, dos suaves golpes en la puerta, franquearon el paso, a un hombrecillo de débil consti-
tución, gesto adusto, y un cierto desaliño en su vestimenta, portaba un traje gris, arreglado a su persona por un mal sastre, en
la manga izquierda, y en el bolsillo de ese mismo lado prendìan un par de docenas de agujas enhebradas,
- La hora
-Ya voy, obseso de la puntualidad.
El hombre, casi un niño, se levantaba lentamente del mullido lecho, en un sofá cercano, descansaban todos los aditamentos
para vestir al joven diestro. Este sentado en una silla de madera, se dejaba hacer, en primer lugar el afeitado, después para ello se ocuparía del peinado, algo simple, raya al medio y el resto hacia atrás, para ello contaba con la ayuda inestimable de la brillantina, ahora llegaba un momento importante; con dos horquillas, se fija en el occipucio la castañeta, símbolo del torero
que se quitara para siempre el día del adiós definitivo. El corte de coleta.
El ayudante, ofrece, al muchacho, tomada por los tirantes la sagrada taleguilla, encaja la prenda en el cuerpo del chico, y se dedica
a los pies, introduce una media rosa, con una filigrana algo más oscura, en el costado, a esta figura se la denomina espiguilla.
A continuación, las zapatillas, de los varios pares que descansan en el zapatero, es toman las más nuevas, se comprueban, camisa de batista blanca, diminuto chaleco,y un corbatín carmesí, dan al chico un aspecto más acorde con su profesión.
Se remata la colocación de la castañeta, a la cual se añade la moña (pelo artificial del mismo color que el del maestro).
Una enorme banda roja, parece inundar la habitación, el ayudante fija con un par de puntadas, el extremo de esta, el torero
gira sobre sus talones mientras la pieza de seda, se va enrollando en su cintura, el viaje de traslación es interrumpido varias veces por el matador, descontento de como esta quedando la simetría de la prenda.
-Pon atención coño, que no me gusta llevar picos, se vuelve atrás un par de vueltas, y se reemprende la tarea. El chico apura la
jarrada agua que esta sobre la camarera, antes de embutirse definitivamente, en la chaquetilla, celeste, con grandes filigranas
de oro en la pechera y espalda. De una caja ovalada, se extrae la montera, y sobre los hombros el capote de paseo, manto prin
cipesco, recargado de arabescos bordados en el áureo metal.
La salida del hotel, es como de costumbre tumultuosa, periodistas, fotógrafos, cámaras, y junto a ellos una turba de gente que desean ver al héroe, mientras con habilidad pasmosa aligeran los bolsillos de los más incautos.
En los aledaños del coso, la circulación se hace dificultosa, como pueden los guardias, retiran al gentío que estira el cuello para
atisbar cual de los tres matadores llega. Acceden por una estrecha puerta a la capilla, allí cada uno se encomendara a su virgen favorita, salen y de forma mecánica por la costumbre forman tres filas con ancha separación entre ellas. “ Que Dios reparta suerte “bisbisean todos. El Sol y la Sombra, La suerte y la muerte, están invitados a participar en este acto milenario. Suenan clarines y timbales los corazones trotan en los pechos, se aben las puertas, que comience el espectáculo.

FIN

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