domingo, 24 de febrero de 2013

Maricarmen Colodrero "Juntos bajo el sol del invierno"


Juntos bajo el sol del invierno

 

Las ruinas de Tiwanaco son el legado de la cultura tiwanacota. Se extienden por una superficie de seiscientas hectáreas y distan del lago Titicaca unos 14 Kilómetros.

 En esta ciudad se aprecia la magnificencia de lo que fue su arquitectura; las distintas expresiones artísticas y técnicas hablan por sí mismas de su elevado grado de perfección. Segmentos de sillares se adosan a gigantescos pilares logrados con un solo bloque de piedra. Mediante la fabricación de terrazas escalonadas se construyeron  inmensas pirámides. Existían redes de alcantarillado y gradientes para desalojar el agua de los edificios.  Todos los templos de la urbe fueron orientados astronómicamente

Constituye un complejo cívico-ritual  impresionante: Kalasasaya, Templete Semisubterráneo, Kantatayita, Pirámide de Akapana, Pumapunku, Kerikala, y Putuni.

La puerta del sol es una estructura monolítica de andesita que en el pasado formó parte de otro edificio mayor, posiblemente Kalasasaya o Akapana.

 Esta hipótesis se fundamenta en su diseño. Además de poseer orificios y rebajes que hacen pensar que encajaba en travesaños, sumado a los entrabes laterales cabe suponer que esta puerta megalítica formaba parte de algún templo o construcción más grande. La puerta del sol tiene 3 metros de alto, 4 metros de ancho y aproximadamente pesa 10 toneladas. En su decoración sobresale la figura principal de un personaje en alto relieve denominado "Señor de los báculos" o "Dios sol", alrededor del cual se encuentran 48 figuras en bajo relieve representando seres alados y hombres arrodillados. También destacan los "trompeteros" debajo de los seres alados; existen teorías que afirman que estos trompeteros marcan los movimientos solares, por lo que la Puerta del Sol sería un calendario solar.

Además acoje representaciones zoomórficas muy variadas, algunas de animales que ya no existen en esas  latitudes.

Las hipótesis arqueológicas sugieren que las jamnbas estaban cubiertas con láminas de oro.

Los herederos directos de esta civilización perdida son los aimarás que en la actualidad se extienden desde el oeste de Bolivia a el norte de Perú y Chile.

Pero el punto geográfico actual más importante de la presencia aimará está en El Alto, situado cerca de La Paz.

La zona del lago TitiCaca ha sido históricamente el espacio de la cultura aimará. En sus cercanías existen aún las bocaminas de estaño y cobre con los que los tiwanacotas fabricaron instrumentos de bronce.

A pesar de la decadencia y abandono de Tiwanaco, La influencia aimará persistió de un modo notable durante el predominio del imperio Inca,.

Los conquistadores españoles reorganizaron el espacio chileno norteño, donde los aymaras fueron desplazados de la costa y valles bajos, al altiplano. Forzados a ser católicos, nunca dejaron de lado sus antiguos rituales, aunque el culto a la Madre Tierra Pachamama, fue reemplazado por la veneración a la Virgen María; y los antiguos rituales de fertilidad, se convirtieron en las fiestas de carnaval, en que arrojan agua y semillas en un rosario de pueblos diseminados en una altura promedio de 4000 metros.



 

En el amanecer del 20 al 21 de junio la primera luz del solsticio de invierno traspasa el dintel de la milenaria puerta.

Se trata de un acontecimiento religioso con un doble significado: el culto ancestral al sol y la adoración a la luz espiritual de un Dios trino.

El pueblo aimará se prepara con sus mejores prendas . Los habitantes cercanos al lago todavía tejen y tiñen sus ropas conmo lo hacían sus ancestros: ellas llevan un vestido largo de color oscuro y ellos visten pantalón estrecho y poncho. Ambos calzan zuecos.

Las mujeres que bajan de otras zonas llevancamisola y pollera de flores con enaguas, se tocan con un sombrerito de copa redondeada. Ellos se abrigan con pantalón oscuro, camisa y chaquetón.

Los aimará son muy religiosos, atribuyen a cada cosa o momento de sus vidas una conexión con la divinidad, por eso ante una ocasión ceremonial cuelgan de sus cuellos diversos amuletos fabricados de los más variados materiales.

La comunidad aimará ha seleccionado una o dos llamas de entre las que posee el grupo. Serán las víctimas propiciatorias de un sacrificio cuyos orígenesse remontan, por lo menos, a dos milenios.

Según el ritual, las llamas  fueron, en su momento, entregadas a las doncellas que las embarcaron en las lanchas de totóra, para , mediante un paseo por el lago, recibir la bendición de la  Cotamama o deidad del TitiCaca.

La comunidad aimará posee una organización cívica paralela a la del estado:Gobernador, juez, consultor, pedagogo y curandero-sacerdote llamado yatiri.

Todos ellos asisten a este evento.

Las jóvenes que han custodiado la ofrenda, se acercan muy engalanadas a la puerta para entregar al yatiri las víctimas.

El yatiri salmodia las palabras mágico-religiosas que se han transmitido verbalmente de generación en generación. Luego esparce hacia los cuatro puntos cardinales la sangre de las llamas.

 

El sacerdote católico tiene ya preparado un altar de campaña.

Se hallan presentes las autoridades religiosas y políticas.

Tanto los aimarás como el resto de la población asisten con reverencia a la ofrenda del cuerpo y la sangre de Cristo.

De la muchedumbre surgen las respuestas al ritual de la misa con el sonido mezclado de español y aimará.

Tiempo espacio y sentimiento religioso se funden  con sencillez en los corazones de los bolivianos.

 

 

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