domingo, 18 de noviembre de 2012

Maricarmen Colodrero "El día de ti misma"

El día de ti misma
Mari Carmen Colodrero
13 noviembre 2012.
Los grandes carteles en la inmensa ciudad estaban ahora proclamando:
Regálate a ti misma.
Ni a tu padre, ni a tu madre, ni al abuelo o la abuela, ni a los hermanos o los primos, ni a las amistades,ni a las Marías , ni a las Pilares.
No te quieras un poco, quiérete  mucho.
Quiérete más que a nadie”.
Irene estaba esa tarde probándose todos los modelitos posibles delante de un espejo de cuerpo entero que adornaba una de las paredes de su habitación.
En el espejo hubo un movimiento fugaz que intuyó, y que no correspondía a ninguno de sus gestos. Pero había sido tan rápido… se quedó muy quieta observando.  Cuando en un mohín levantó los hombros y sacudió la cabeza, el reflejo del espejo era idéntico a ella.
Y entonces lo vió con claridad: Su propia imagen, dnfrente, le guiñaba un ojo.
- ¡Eeesto…no puede ser!.
Como a través de la distancia le llegó un murmullo clarísimo:
- Lo que yo te diga , tía. Me llamo Lucrecia. Ki,ji,ji.
Irene se quedó hecha un pasmarote. Sus ojos observaban detenidamente el espejo, llegó incluso a tocar suavemente el reflejo de su propio brazo.
De nuevo oyó su propia voz:
-Eres un poquito lenta para la conversación, y, además me estás haciendo cosquillas –dijo Lucrecia.
-¡Cállate un momento, que estoy pensando! ¡Las cosas tienen que ser lógicas! –Irene se estaba enfadando- ¡?Qué clase de patochada es esto?!.
- Pués no es ninguna patochada, a mi me parece muy divertido.
- ¡¡Qué te calles! Enseguida seguiremos hablando. Ten paciencia.
Desde luego, Irene tenía una expresión reconcentrada. Levantaba lenta y alternativamente un brazo o el otro mientras decía: “ çderecha.  Izquierda.  Derecha. Izquierda”.
- Lucre tener paciencia….pero no gustar hacer la instrucción.Ji, ji , ji.
-  ¡Ya está. Lo encontré!. Ahora atiende bien y haz lo que yo te diga. Yo –dijo Irene- no me voy a mover. Pon la mano sobre tu corazón.
La imagen que para Irene había sido hasta entonces un mero reflejo representaba ahora una posición que no era la suya.
La mano izquierda de Lucrecia se había posado sobre la parte derecha de su pecho.
- ¡No te muevasç y respóndeme. ¿Tengo yo alguna de mis manos sobre mi corazón?. Si tengo los brazos a lo largo del cuerpo, lo que ves no es un reflejo de ti.
-  No si…. Lista si que eres.Desde aquí –comentó Lucrecia- no soy yo la que está en el espejo y respecto a mi corazón…. En algo teníamos que diferenciarnos.   Y a ti ¿qué más te da dónde tenga yo el corazón?. A ti lo que te preocupa es que todo sea “como tiene que ser”, que todo sea lógico y ordenado.
¡Ahora te vas a enterar, listilla! ¡Voooy para allaaa!.
Y mientras  hablaba así , Lucrecia escarbaba con un pie en diversos puntos del espejo de su lado, hasta que encontró una especie de resquicio al que su cuerppo se fue adaptando como si fuese plastilína.
Irene , completamente pálida vió como se recompuso a su lado el cuerpo vivo de la que decía llamarse Lucrecia, y que, por cierto,era igualita que ella.
- Esto no puede estar pasando – dijo Irene con un sonido irritado en la voz.
- Pues si que me ha costado…. Si, ha sido un poquito difícil –respondió Lucrecia - ¡No te quedes ahí como si hubieras visto un ovni! Lo que tienes que hacer es sacar tu regalo. Mira yo he traído el que he comprado para mi, pero que va a ser para ti. Ji,ji ,ji,.
-  ¡Esto es el colmo Lucre. Estás invadiendo mi intimidad! ¡Puedo llamar a la policía!.
-  Ja, ja, ja. Antes de que hayas cogido el móvil estoy en el otro lado. No seas pusilánime y dame el regalo que era para ti y que va a ser para mi.Ji, ji, ji.
Como quien está agobiado por la fuerza del destino, Irene sacó una cajita del cajón de la cómoda y se lo dio a Lucrecia con cierta brusquedad.
- Podemos apostar- respondió Lucrecia- ¿Tu qué crees, habremos comprado lo mismo?
De las cajas salieron volando dos mariposas una era de madera y la otra de tela y alambres.
Las mariposas de vivos colores se posaron en sus cabezas.
- Misión cumplida Irene. Ya hablaremos.- se despidió Lucrecia.
Puso el pié en el borde inferior del espejo y pasó a su través como una exhalación.
Irene quiso retenerla pero tuvo que contentarse con escarbar con el pié en el espejo. Le pareció que había dado con el sitio cuando oyó su propia voz que en un susurro le decía:
¡“Hasta el año que viene, Irene”!.
FIN

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