miércoles, 7 de noviembre de 2012

Pío Álvarez "La función de mando"

LA FUNCIÓN DE MANDO
El pequeño estado de de Ramurai estaba gobernado por el Coronel Bión Caricorto, llegado al poder de forma rocambolesca. Rodeado el pequeño estado por un mando culto, y avanzado en los campos de lal ciencia y la tecnología, en Ramurai se elige a un militar sin otro mérito que sus galones, sus cruces y sus correjes a la vieja usanza para jefe de un gobierno títere. Pronto Bílion, ebrio de poder y ansioso de gloria comenzó a manejar los hilos del poder de forma caprichosa, grotesca y atrabiliaria como si un déspota de otros tiempos  se tratara. Se comportaba como un tirano que intercalaba entre sus disposiciones autoritarias, sesgos paternalistas, o las más disparatadas ocurrencias.
Sus súbditos Habían de trabajar según calendarios laborales salidos del extravagante caletre del laureado coronel y pagaban sus impuestos sin ajustarse a sistema racional alguno. El extravagante coronel saltaba de la cama un día ordenando que sus sufridos vasallos debían ajustar su régimen de comidas a un         obligatorio. Otro día ordenaba como debía ser la indumentaria de la población bajo su mando. Radio y televisión emitían programas  obligatorios en horarios disparatados; ni el sueño de los                eran interrumpidos por los altavoces que transmitían la voz melíflua de Bilión que se divertía cuando era presa del insomnio. Los altavoces también servían cuando el coronel organizaba desfiles en los que destacaba su guardia personal ataviados con los uniformes que un día llevaron  los guerreros de Atila, personaje muy admirado por el inefable gobernante. Era de ver en estos desfiles el atuendo del caricato; Chaqueta cubierta de medallas y chorreras, faldón de esforzado centurión romano. Su tocado incorporabatapones para que el estruendo de la música no lacerara los delicados órganos audidtivos del insigne hombre de Estado quien se propuso contagiar sus problemas de audición asus gentes, dictando la       estrambótica decisiones gubernamentales. Ordenó que en todo su estado se implantaran potentes altavoces que atronarían el espacio noche y día y, en el colmo de la insensatez, sus vasallos quedaban obligados a oirpero tenían vetado escuchar los contenidos radiofónicos. Semejantes órdenes no se conocía tuviesen antecedente alguno en el mundo musical.¿Cómo oir pero no escuchar?. Y, ¿cómo controlar que se cumplían tan aberrantes disposiciones? Se supone que el “militar”, en su borrachera de poder y convencido de poseer infinita sapiencia podía desbordar lo metafísicamente imposible. Aunque tan insigne varón ignoraba que sin necesidad de órdenes, leyes o decretos, el ser vecino oye pero no escucha. Y  esto le sucedería a él cuando los sabios requeridos para hablar de un método de control le repetían con insistencia que pretendía un imposible; oía pero no escuchaba.
En la mente de un ilustre coronel no tenía cabida que hubiese algo inalcanzable para un militar probablemente porque ignoraba que ni Alejandro Magno, Julio César o Napoleón habían logrado culminar sus objetivos.
Lo que sería un gran logro para la Humanidad, sin necesidad de coroneles, sería que el
hombre aprendiera a escuchar solo lo que tiene interés o valor.
Pío Alvarez Martínez
Alcalá de Henares, 3 de octubre de 2012

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