lunes, 5 de noviembre de 2012

Textos antiguos: Puri Sánchez "Venganza"

  VENGANZA

 -Su nombre, por favor –
 -Horacio Kilmes –-  la voz es débil, insegura.
La doctora Liliana Sandoval levanta la cabeza  como sacudida por un rayo y mira al anciano. Ese nombre, tan recordado y tan odiado . Le contempla con curiosidad: los ojos hundidos y apagados, sin aquella expresión  orgullosa y cruel ; el  porte altivo de aquel oficial del ejército se ha convertido en hombros y espalda ligeramente encorvados y manos temblorosas; los labios finos y pálidos se curvan hacia abajo en lugar de la permanente sonrisa irónica del hombre que fue hace treinta años, allá en su tierra, cuando era el jefe de la brigada de delitos políticos.
- ¿Será la misma pèrsona?- – se dice para sus adentros.
Consulta los datos del informe que le ha envíado el Dr. Castillo. Todo coincide: fue militar, nació en el mismo país que ella y tiene ahora 78 años. No hay duda, es el mismo hombre.
Estaban durmiendo, con su compañero, su amado Héctor, cuando entraron derribando la puerta y apuntando con los fusiles. Ella esperaba un bebé, un hijo que nacería en una sociedad nueva en la que ya no habría injusticias ni opresión, ni diferencia de clases.
 El terror la paralizaba, convertía sus huesos en espuma. Se hacía sólido en su pecho impidiéndole respirar.
 -Doctora, ¿se siente bien? – le llega de lejos la voz de su ayudante.
 -Sí, sí, no es nada. Sólo  un ligero mareo –contesta con la tez pálida.
Se pasa la mano por la frente, como para ahuyentar los recuerdos, respira hondo y mira al paciente.
 -Desnúdese de cintura para arriba para que pueda reconocerle.- La enfermera le ayudará.
 
Le obligaron a contemplar cómo torturaban a su pareja, la pikana eléctrica en los testículos, los aullidos de dolor, los tormentos cada vez más refinados, mientras él juraba que no sabía nada, cuando le pedían los nombres de sus cómplices.,Y al frente, siempre presente, imponente en su uniforme negro y sus botas relucientes, el responsable, el oficial al mando, Horacio Kilmes, ese hombre que ahora le consulta por un probable diagnóstico de cáncer.
2.
Haciendo un supremo esfuerzo, le examina con  aire profesional y la mente perdida en el pasado.
 -Ya puede vestirse – le dice mientras vuelve a su mesa de trabajo.
- ¿- Ha traído la resonancia que le encargó mi colega?-  –su corazón late con fuerza, sus entrañas sonh de hierro.
Mientras mira las pruebas en la pantalla, revive, una por una, las imágenes de sus encuentros con aquel oficial, en un tiempo y lugar tan lejanos.
Vuelve a sentir las quemaduras de cigarro en sus senos, los insultos, los golpes, las vejaciones, las patadas en el abdomen.  Experimenta de nuevo el  dolor, la rabia, la impotencia y el odio, ese odio que la mantuvo a flote en los momentos más difíciles.
 -- ¿Qué tengo, doctora?-  –le llega de lejos la voz ansiosa del anciano.
Ella vuelve al momento actual, pero no le responde.
 -No cabe duda, es cáncer – - piensa para sí- aún tiene arreglo, si intervenimos pronto.

  - Pero, si le digo que no tiene importancia y dejamos que el cáncer avance – - sigue cavilando - morirá sin remedio entre grandes sufrimientos. Es lo mínimo que merece por todo el daño que hizo.
Y una parte de ella, muy dentro, se regocija.
- Treinta años, treinta años esperando-  – le susurra una voz en  su interior – - ahora tienes la oportunidad.
Había jurado vengarse. La pasión de lavenganza había sido su motor durantetodo este tiempo.Las patadas y los golpes le provocaron un parto prematuro y su bebé nació muerto. Ella estuvo gravemente enferma  y tuvieron que extirparle el útero. Gracias a eso pudo escapar y solicitar asilo político. A su amado Héctor no lo volvió a ver .Desapareció. Otro más de los miles de desaparecidos.
Mira la fecha en el calendario. Es 16 de octubre. Hoy hace treinta años que perdió a su bebé.

3.
- Y, precisamente hoy, el destino  pone en mis manos al responsable –- piensa-De mí depende su curación o su tormento.
Se lo debe a su amado Héctor, a su hijo muerto, a sus amigos desaparecidos, a sus sueños rotos.
   -¿O no es así? Ellos no van a volver a su lado. Horacio Kilmes ya no les afecta. nno necesitan su venganza.
¿Y ella, la necesita realmente?
 
Los primeros años en su tierra de acogida fueron muy difíciles. Añoraba su país, sus costumbres, su familia. Poco a poco fue adaptándose, haciendo amigos, estudió Medicina y allí conoció a su marido. , con el que mantiene una relación madura y gratificante.
Mira la foto encima de su escritorio Sonríe al  contemplarse  junto con  su esposo, quince años más jóvenes, orgullosos llevando de la mano a una niñita china de dos años.
 -Doctora ¿es grave lo que tengo? – repite él la pregunta.
Ella busca en su interior aquella emoción, aquella pasión  de venganza que le sirvió en los momentos más difíciles, pero no la encuentra.  Intenta hallar en ese hombre algún rasgo, algún atisbo del arrogante y cruel oficial que fue, pero nopuede descubrir ninguna semejanza.
La doctora Lilliana SANDOVAL  ha dedicado su existencia  a aliviar el sufrimiento ajeno, noa producirlo. Se siente bien con ella misma, con su vida, sus relaciones, su trabajo. No necesita de ninguna emoción destructiva para seguir adelante.
Por fin, dice, sonriendo y mirándole a los ojos, con gesto tranquilizador:
- No, no es grave. Sólo tenemos que hacer una pequeña intervención quirúrgica. Se pondrá bien.




FIN

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