E N C U E N T R O
Mañana será un día muy importante para los dos. Aceptaré la invitación a cenar y tomar una copa en tu casa, como si nada extraño nos hubiera sucedido en los últimos veinte largos años. No podrás contemplar mi busto juvenil a través de un escote generoso, ni unas bonitas piernas al final de la minifalda… pero te juro que volveré a seducirte y pagarás por todo lo que me has hecho: jamás podrás olvidarme. Demasiado tiempo de sumisión, sufrimiento, continuos ataques y eternas promesas… nunca más creeré en ti. Llevo años madurando la idea: tengo todo planeado al detalle y no fallaré.
Iré a visitarte sin ropa interior. Solo los pantys –que tanto te gustaba arrancarme con violencia-, bajo un vestido largo, con abertura lateral desde el muslo. Me maquillaré en exceso; labios morados, casi negros, como cuando me pedías: “vístete de puta, que es tu mejor papel”. Durante la cena me ocuparé de que bebas en abundancia y yo reiré todas tus asquerosas gracias, para que sigas convencido de quién es el que manda. Me mostraré alegre y achispada mientras beso con el color intenso de mis labios, todos tus objetos fetiche: el banderín azul de tu primera acampada, el superbalón blanco firmado por algunos galácticos, un cojín rosa -muy cursi- recuerdo de tu adorada madre, la copa de alpaca, único trofeo de tu etapa deportiva…
Luego te tomaré lentamente de la mano, porque ya estarás bastante borracho. Te acompañaré hasta la cama y te ayudaré a quitar la ropa. Desde allí, sentado a medias, podrás contemplar como cae mi vestido hasta el suelo y como camino voluptuosamente a través de la habitación, con una copa de champagne en cada mano. Haremos todavía un brindis, antes de que destroces una vez más, los pantys y mi cuerpo maltrecho, con la furia lujuriosa de siempre. Créeme, es un verdadero placer saber que pronto te pudrirás en la cárcel por haber sido capaz de envenenarme en tu propia casa. Por eso sé que a partir de este encuentro, nunca podrás olvidarme…
FIN
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