lunes, 14 de enero de 2013

Juan Carlos Coronel "Un mal augurio"

Un mal augurio

- Vamos, limpiemos esto y reemprendamos la marcha
- ¿ Cuanto queda hasta la plataforma ?
- 6 kilómetros, hora y media de marcha, ahora la pendiente suaviza, iremos más rápido
- Entonces adelante, mirad a vuestra derecha
Los cuatro muchachos alzaron la cabeza hacia donde Miguel indicaba, sobre la cima del pico más alto, se abigarraban nubarrones
de un gris plomizo, cargaron sus mochilas sobre los hombros, y uno de ellos se puso encima del macuto la tienda canadiense. Habían
ascendido trabajosamente, por un sendero que se retorcía alrededor de una inmensa mole granítica, a su izquierda, a la derecha del camino, una pendiente ladera, descendía bruscamente hacia el fondo del valle, allí , en lo más profundo, se veían las 30 ó 40 casas que
conformaban el pueblo, la cinta de la línea férre, con su cantina, donde habían desayunado de buena mañana, junto con aquel hombre
vestido con mono de trabajo azul, y altas botas de goma. Charlaron con el durante el desayuno.
- ¿ Donde vais a acampar ?
- En la plataforma
- tenéis una buena subida, amenaza tormenta esta noche
- ¿ Como lo sabe ? hace un sol radiante.
- Chaval, aquí en la sierra el tiempo cambia en cuestión de horas, la sierra es muy traicionera.
Las ultimas palabras las había pronunciado con un tono un tanto inquietante. Alcanzaron su objetivo en el tiempo estimado, ahora las nubes plomizas cubría el entorno, un viento húmedo se había levantado de repente. Montaron la tienda en cuestión de minutos, buscaron piedras con las que formaron un circulo, y algo de leña, ramas pequeñas, y un par de gruesos troncos, se dispusieron alrededor sentados sobre piedras, allí cenarían y contarían historias durante la velada. Estaban encendiendo la fogata, cuando escucharon el seco trallazo de un rayo, la serpentina de luz ilumino una decima de segundo la tienda, el tambor del trueno, retumbo toda la sierra, al primer rayo le siguieron muchos más, gruesas gotas de agua empezaron a caer, se había desatado la furia de la tormenta. Dentro del saco, escuchando el agua, uno de ellos recordó las palabras del hombre de la cantina, “ la sierra es muy traicionera “ salto dentro del saco, no habían colocado las fundas de plástico en las puntas de los mástiles, rebusco en la oscuridad, dio con ellas, salió para colocarlas, en ese mismo instante, la culebrilla de un nuevo rayo ilumino la plataforma, demasiado tarde, los cuatro jóvenes fueron encontrados a la mañana siguiente totalmente carbonizados. Un hombre bajo, mal afeitado, vestido con mono azul y botas de goma, ayudo en las tareas de bajar los cuerpos al pueblo.


FIN

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