martes, 22 de enero de 2013

Nelly C. Piña "Ahora... ¡a vivir!

AHORA… ¡A VIVIR!
          Nelly C. Piña
No podría explicar cómo había llegado hastaahí, pero lo cierto es que ahí estaba. Pequeño, inseguro,y sobretodo con una tremenda sensación de incompletud. Se quedó quieto, no quiso moverse porque no sabía qué había más allá.
Así pasaron tres meses durante los cuales sentía que crecía su tamaño a la vez que su ser tomaba nueva forma. Sin darse cuenta en que momento fue, notó que un tibio líquido lo rodeaba y que podía moverse en él, sin dificultad.
Pasado ya los tres meses se percató que las paredes de su refugio a ratos las acariciaban unas manos llenas de ternura que le hacían sentir un intenso placer.
Ya no estaba tan inseguro y su tamaño habí aumentado notablemente a la vez que su forma también cambiaba. Sin ptreocuparse más por su origen, se dedicó a disfrutar de aquel estado que creyó sería eterno.
Esa etapa feliz, en la que lo único que hacía era aumentar de tamaño, sólo le duró hasta el séptimo mes de su existencia. Fue entonces cuando se dio cuenta que ya no podía moverse con la misma libertad con que antes lo hacía, y que las paredes de su nido, que tan bien lo habían protegido hasta ahora, lo comprimían como si quisieran expulsarlo de su lugar.
Trató de tranquilizarse esperando que todo fuera como antes, pero no fue así. Cuando estaba a punto de cumplirse nueve meses de su tranquila y cómoda existencia, las presiones se hicieron más intensas y aumentaron su frecuencia.
Con cierto pesar tuvo que admitir que tenía que salir de allí. Entonces, trató de buscar una salida. Cambiando de posición recorrió las paredes de su nido buscando un punto por donde salir.
La cabeza, que era la parte más resistente de su cuerpo, la emplearía como ariete para abrise paso por un canal estrecho que lo libraríaa de las presiones que sufría.
Y lo logró. Pero, fuera ya de su cómoda morada, se enfrentó a una situación desconocida. Voces y ruidos exttraños llenaban el ambiente en el que se encontraba. Una intensa luz blanca le hizo cerar los ojos y apretar sus párpados. Unas manos extrañas y no tan tiernas, lo manipulaban.  quiso desprendersa de ellas profiriendo un agudo grito, mezcla de rabia y miedo que lleno de aire sus pulmones. Esto lo hizo sentirse libre y se dio cuenta que había ganado una batalla al liberarse de aquellos lazos que lo mantenían unido a su nido. Pero ¿dónde estaban esas manos  que tanto bien le hacían cuando lo acariciaban? ¿Por qué ya no sentía el cálido líquido en que se movía? ¿Por qué lo habían reemplazado por unas delgadas telas que lo envolvían?
No obtuvo respuesta. Siguió llorando, que era lo único que npodía hacer, hasta que lo depositaron en las cariñosas manos que él tan bien conocía y que sabía que siempre lo protegerían.
Ahora, tenía que descansar. Había ganado una batalla. Había nacido. Pero, la guerra no había terminado. Lo esperaba otra batalla, más dura, larga y  difícil. Ahora… tenía que vivir.
       Madrid, 18 de enero de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario