jueves, 17 de enero de 2013

Nelly C. Piña "Feligreses por casualidad"

FELIGRESES POR CASUALIDAD
Nelly C. Piña
 -¿Cómo vamos a ir a la iglesia, si papá nunca quiso que fuéramos? –dijo el niño.
 -Allí nada malo van a aprender, y es mejor que estar en la calle –le respondió la madre.
Con este razonamiento mi madre resolvió el problema de brindarle a sus hijos la oportunidad de jugar con sus amiguitos en un lugar seguro y sin tener la necesidad de abandonar su trabajo para controlarlos.
Cuando mi padre falleció, mi madre tuvo que asumir sola la pesada carga de criar a tres hijos pequeños de 7,8 y 9 años, en tiempos en que no había subsidios ni jubilación que la ayudaran a sobrellevar  la difícil situación. Para sobrevivir retomó su oficio de modista que había abandonado cuando se casó. Se había propuesto mantenernos hasta que termináramos la escuela primaria y recién entonces comenzaríamos a trabajar para  colaborar con el mantenimiento de nuestra subsistencia.
Mientras ella trabajaba todo eldía sentada a la máquina de coser, nosotros, por la mañana, íbamos al colegio y despúes del almuerzo y de limpiar la cocina, concurríamos a la parroquia del barrio, hasta las cinco de la tarde, hora en que regresábamos a casa para hacer los deberes de la escuela.
Si bien, mi madre había egresado de un prestigioso colegio dirigido                 por religiosas, nunca fue una católica practicante, pero no manifestaba ningún rechazo particular por la iglesia. Y, como no podía controlarnos porque tenía que trabajar, para no dejarnos jugar solos en la calle con loss vecinitos, nos mandaba a la  iglesia con fines totalmente utilitarios. La parroquia tenía unh gran patio con juegos infantiles donde podíamos jugar sin correr riesgos. También tenía una biblioteca, donde pasábamos la tarde los días de lluvia o retirábamos libros para leer en casa.
A pesar de la intención de mi madre, los sacerdotes de la parroquia no perdieron la oportunidad de catequizarnos para hacernos tomar la primera comunión.
Mi madre no solo no se oponía a ello, sino que colaboraba con la iglesia adaptando a la medida de mis hermanos las prendas que vestían para los distintos ritos en los que participaban oficiando de monaguillos. Por supuesto, formábamos parte de la Acción Católica y yo, ade más de la Congregación de las “Aspirantes a Hijas de María”. Asistíamos a misa y cumplíamos con toda la liturgia apropiada a nuestra edad.
Estudiamos el catecismo que teníamos que saberLO de memoria para el día ocho de diciembre en que tomaríamos la Primera Comunión. El día anterior a esa fecha, nuestra catequista decidió que hiciéramos un repaso del catecismo. Para ello, por la tarde, nos reunió en los últimos bancos de la iglesia,. Cuando estábamos trabajando se presentó el cura párroco que quiso presenciar la clase para ver cómo estábamos preparados. Quedó muy  satisfecho con la demostración, hasta que, diría yo que por iluminaciòn del Espíritu Santo, se le ocurrió preguntar si alguno de los presentes no estaba bautizado. Y ¡qué horror! Cuál no sería su asombro cuando vió que dos de los tres Piñitas (como nos decían cariñosamente) levantamos nuestras manos.
El Padre Párroco no salía de su asombro. No sólo ibamos a tomar la Primera Comunión sin estar bautizados, sino que particularmente mis hermanos, habían colaborado en la iglesia como miembros de la feligresía, sin serlo.
El caso había que resolverlo inmediatamente y en menos de dos horas avisaron a mi madre; se buscó unos padrinos representantes –porque los que nosotros habíamos elegido no estaban disponibles en ese momento- y se realizó la ceremonia del bautismo que, dadas las circunstancias y ante la presencia de los compañeros del grupo se hizo en forma didácticaa. Es decir, que el sacerdote  explicó cada uno de los pasos del rito para que los niños aprendieran su significado.
Una vez superada la inesperada contingencia, el sacerdote quiso saber por qué uno solo de los tres hermanos había sido bautizado. Entonces, mi madre le explicó   que mi padre era ssocialista y ateo y, por lo tanto, no bautizó a ninguno de sus hijos. Cuando quedó viuda, intentó poner internos a los dos varones en una Escuela de Artes y Oficios regida por las denominadas Damas de la Beneficencia. Para cumplir con los requisitos inició la tramitación correspondiente. Entre otros documentos, le pidieron la Fe de Bautismo, pero como le dijeron que habíaa vacante para uno solo, para el mayor, bautizó solamente a ese hijo sin preocuparse por “la salvación del alma” de los otros dos hermanos.
FIN

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