martes, 22 de enero de 2013

María Dolores León "El portazo"

EL PORTAZO – María D. de León – 24.01.13
-- ¿Quién me iba a decir, Baldomero, que un portazo  sería el principio y fin de   una guerra de acoso y derribo tramada contra mi persona?  La guerra que arrasaría mi existencia y me convertiría en el paria que soy. ¡Perdona hombre, no quise ofenderte! Si, todo empezó en esa casa, la del portal de granito rojo.
 Los dos vagabundos hacen un alto y lían un cigarrillo. Fuman  apoyados en los carritos donde transportan sus pertenencias.  El interpelado mira de reojo a su compañero. No quiere herirle, pero le cuesta creer que aquel individuo tan costroso y harapiento como él haya vivido con lujo. Le vee ensimismado,  los ojos húmedos.
-- ¿Quieres largar, tío?
 Lucas afirma con la cabeza y un dedo rematado por una franja de luto señala el banco a la sombra. Sin dejar de mirar el edificio  pregunta:
-- ¿Versión completa o abreviada?
-- Debe ser por los petas, colega, pero a veces note pillo. A mi me lo chamullas corto y facilito. ¿Vale?
 Después de todo,  su historia es vulgar, sin interés. A su acompañante  le gustan los relatos de  acción, con peleas y si hay tiros, mejor. Le va a dormir.
 Empieza a ordenar los recuerdos: del hogar  al trabajo y viceversa, visitas comerciales, comidas de empresa, el estrés de los  viajes a Suiza y a las Islas Caimán… Nada excitante. En casa aburrimiento salpicado de broncas y  de algún que otro tortazo a la imbécil de su mujer;  por supuesto merecido…  En resumen, la mediocridad de un tipo adaptado a la sociedad…
 Sin embargo, su lado canalla exigía expansión y desarrollo: se lo concedió para salvarse de una muerte segura por asfixia.  Disfrutó de todo a  lo que se accede con  dinero e  imaginación: carreras prohibidas, borracheras, timbas privadas, sexo, degustación de drogas… Enfin lo conocido por los abuelos como orgías o bacanales. Rie bajito rememorando su primer contacto con la pequeña Tania. Fue  en casa de Carlitos Fuentemata.  Aquella belleza eslava de 16 años le volvió loco. La añoranza se le escapa en un largo suspiro.
Por ella descuidó su prudencia y discreción. Era caprichosa y sabía como  conseguir lo deseado. Por ella se endeudó, firmó sin leer cualquier papel que le facilitara el crédito necesario…
 ¿Cómo se  atrevió  la siempre  sumisa  y desvaída Pilarín? ¡Plantarle cara a él, a su marido! Una vez llevada la niña al huerto, el incipiente abultamiento abdominal  fue el salvoconducto  hacia  la vicepresidencia de Construcciones Tahueco S.A.. Ante los hechos consumados, don Emiliano, tan chapado a la antigua y presionado por su mujer aceptó. Su hija  contraería matrimonio con  uno de los empleados de la empresa. A sus amistades les comentaba: “Aunque de familia humilde, es un chico listo, muy trabajador, de toda confianza. Lo importante es que la nena sea feliz… “
 Al principio los cambios sociales y económicos que trajo consigo el braguetazo le habían compensado. Una vez consolidados,  la convivencia empezó a resultarle difícil de soportar. Unos cachetes  de vez en cuando a Pilarín le ayudaban a soltar tensión. Ella se lo buscaba. Tantos lloriqueos y lamentos  desquician al más templado.
 ¿Pero que pasó en concreto  la tarde del portazo? Los detalles se diluyeron  en el alcohol, los petardos y el perfume de Tania. Había llegado tarde, como de costumbre. Se iba a meter en la cama cuando apareció la sin sal. ¿De dónde había sacado tanto coraje? Aquella furia en los ojos la hizo apetecible. “Un polvo y la tranquilizo, no falla…  ”, había pensado. ¿En qué se  equivocó?
-- Vístete y  lárgate  de mi casa; ya no vives aquí. Acabo de presentar pruebas de  malos tratos y de tu infidelidad. Sé donde guardas los documentos   que te llevarán a la cárcel por cohecho, robo, malversación, abuso de menores y otras lindezas.
 Cegado por la ira intentó asirla por el cuello.  Unos brazos como troncos le sujetaron por la espalda, le levantaron en vilo  y  le empujaron fuera.
El portazo de la puerta blindada de seis mil euros retumbó en todo el edificio. Se encontró en el rellano de la escalera con lo puesto: pantalón camisa y zapatos. Aporreó y pataleó sin mas resultados que un dedo del pie magullado. Tirado  en  la calle sin billetero, ni tarjetas de crédito,  ni  tan siquiera la llavecita del buzón. Despojado de una existencia de bienestar, presentía que los amigotes  de francachelas le rehuirían. Le toleraban por el dinero que manejaba pero en el fondo siempre le consideraron un arribista.
 Según transcurrían los dias se ratificaba en sus temores. El rechazo de Tania le rompió el corazón. Estaba solo.   La amenaza de la cárcel no le preocupaba. Resultaba imposible  seguirle el rastro sin  domicilio fijo ni  dinero de plástico. Su vida ya no valía nada. La  depresión le iba a aniquilar: quería dejarse morir. Se vuelve agradecido hacia Baldomero. Este ronronea la barbilla contra el pecho.
 Una sonrisa de fauno se fija en sus labios: la hija de don Emiliano sigue siendo su esposa. Los  papeles del divorcio seguían pendientes de su firma: “¡Que se jodan, por gilís…”
 Cada 25 de mayo, aniversario del portazo, se instala ante su antigua residencia para llevar a cabo la inocente  venganza anual. Espera.
 Ahí sale, con el caniche que sustituye el hijo abortado. Se parecen como madre e hijo.  Lucas se acerca y  tiende la mano renegrida:
-- Señora, por caridad, déme 100 euros para un pico.
-- ¿Ha perdido su herramienta de trabajo buen hombre?
 Y ahora cegata: no le reconoce.
-- No, so zorra, es para comprar la mierda suficiente para aguantar la perra vida a la que me has arrojado.
 Regresa al banco y sacude al compañero por el hombro. Ambos empujando los carritos se alejan sin volverse.
--  Tio, me he “quedao frito”. No me he “coscao de na de lo que has contao.
-- Otro día te lo vuelvo a contar, Baldomero.
 El ex marido rejuvenecido por el susto infligido   piensa en negocios.
“Igual le vendo mi rúbrica a esta. La independencia  tiene  un precio. Quizás la próxima vez…”
FIN

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